martes, 13 de septiembre de 2011

Las "Pepas" del Cortijino

LAS PEPAS DEL CORTIJINO
(13/Septiembre/2.011)


Escribía en un artículo anterior sobre los descastes en Monesterio de la temporada de caza pasada, el número de pepas abatidas, mas de quinientas, y enumeraba las razones por las que había proliferado la caza mayor en todo el término municipal.

Exponía como factores fundamentales el abandono de la agricultura, la concentración y paso de la ganadería de un aprovechamiento extensivo a intensivo,  el abandono de ciertas partes de las fincas exentas de total aprovechamiento, y esgrimía el dimorfismo sexual en los ciervos como la causa fundamental del incremento tan grande  de las hembras.

Hasta el año pasado, las pepas habían campado por sus respetos, con total independencia y libertad, sabiéndose libres del acometimiento de los cazadores. Se presentaban en los puestos de las monterías con total tranquilidad, como si adivinaran que la cosa no iba contra ellas.

Pero mire Vd. por donde, el año pasado la administración concede, de golpe y porrazo, sin limitación alguna, descaste de pepas a todas las organizaciones que lo solicitaron. Y claro, la cosa cambia, de la noche a la mañana las pepas descubren que la cosa si que va con ellas, que los cazadores les están dando matute, que muchas de ellas mueren en los días que “cantan” voces de perrero, caracolas y latidos de los podencos. Esto ya va en serio, la cosa no se limita a correr por delante de los perros y despistarlos con mayor o menor esfuerzo, si no que con frecuencia ven como muchas compañeras caen como fulminadas en la carrera y que ya no vuelven.

Y ahora ¿qué ocurre? El instinto del animal le dice de alguna manera que el sitio en donde se han producido los acontecimientos no es seguro, nada seguro. Este hecho se ve incrementado por la razón de que los lugares donde se han producido los descastes han estado oliendo a muerto durante bastantes días. Efectivamente, como consecuencia de un descaste sin limitación alguna, el excesivo número de disparos realizados y la escasez de recursos de los organizadores para la recogida de las reses muertas, muchas de ellas se han quedado en el campo muertas y/o heridas y allí han permanecido hasta que la “policía ambiental” ha desarrollado su labor de limpieza. Esa permanencia de los bichos en el campo, ese olor a muerte, como decía más arriba, ha producido que muchas de las pepas abandonen el coto en busca de lugares más tranquilos. Pero ¿qué lugares son estos? Pues precisamente los lugares mas inaccesibles de aquellas fincas en las que se desarrolla una ganadería de tipo extensivo y que como mucho se ven atravesadas de higo a breva por un vaquero a caballo o por algún que otro cazador que pega un tiro cada dos o tres horas. Es decir, terrenos relativamente tranquilos y poco transitados.

En los terrenos de la Sociedad de Cazadores de Monesterio hay bastantes fincas que pueden cumplir con estos requisitos. La Purificación”, “Las Umbrías”, “El Cortijino”, “Los Barrancos”, etc..., por nombrar sólo algunas, cumplen con esta condición de tener zonas con abundancia de monte que sirva de refugio, tengan agua y comida, la montanera esta a la vuelta de la esquina, y sobre todo una cierta tranquilidad que permita la estancia de estas reses, aunque sea por un periodo de tiempo, hasta que las molesten de nuevo.

Y ha sido precisamente el dueño de una de estas fincas, “El Cortijino”, quien ha dado la voz de alarma. Este verano se ha quejado a Ceferino, presidente de la Sociedad Local de Cazadores de Monesterio, de que su finca está llena de “pepas”  y que aparte del pasto que le quitan al ganado de rumio, háblese de vacas y ovejas, estos animales le van a levantar materialmente la montanera, o sea que se comerán la mayor parte de la bellota destinada a sus cochinos.

Esto tiene mucha guasa, como si la culpa del daño que hacen las pepas en las fincas fuese de los cazadores. Este señor se presenta en la Sociedad y conmina al presidente para que de alguna forma los cazadores acabemos con lo que el considera, con un criterio particular, una plaga de su finca. Vamos, que nos presentemos allí un día cualquiera, mientras mas pronto mejor, y convenzamos a las pepas de que es peligroso que permanezcan en su terreno y consecuentemente se las echemos al vecino de al lado, como mal menor. De esta forma, caso de haberse incumplido alguna regla, en este caso una posible infracción a la Ley de Caza, la culpa ¡para los cazadores!

Claro, el presidente, con criterio y sentido común, sabiendo lo que hace, le contesta que es necesario contar con el beneplácito de la administración, demostrar que efectivamente están haciendo daño, pedir el correspondiente permiso de descaste y una vez concedido organizar la jornada de caza.

Bueno, pues a consecuencia de todo lo descrito, la Sociedad se verá obligada, por imposición del dueño de la finca, a pedir un permiso de descaste de ciervas por daños en “El Cortijino”. Posiblemente pudiera ser el día 12 de Octubre, programado para batida de zorros.

Y ahora viene lo mejor: un % de ellas se matarán, y el resto una vez ahuyentadas de esta finca, se irán a otra, y si esta es también de la Sociedad, posiblemente esta vuelva a pedir permiso, o en su defecto, si la finca no es de la sociedad, lo hará la organización que proceda, y así sucesivamente, con lo cual nos vemos este invierno, tanto los socios como los que no lo son, de descaste en descaste y, lo que es peor, acabando con la caza mayor para mucho tiempo, y todo por no haber sabido planificar en su momento.

En conclusión, nos hemos llevado casi toda la vida respetando a las pepas y en un par de años, como máximo tres o cuatro, acabaremos con ellas y lo que es peor, con los ciervos. De igual forma puede ocurrir con los jabalíes, que ocurrirá, acabaremos con ellos amparados en los daños causados a las fincas, con lo cual volveremos a tiempos pasados, o sea a ser sólo y exclusivamente cazadores de menor, que es lo nuestro.