miércoles, 19 de junio de 2013

ABUNDANCIA O EXCEDENTES: CRISIS DE LO ABSURDO

El sábado pasado, día 1 de junio, estuve en Monesterio. Por fin, desde las pasadas Navidades, a excepción de los días en que iba zorzales, en que no aparecíamos por el pueblo, le hicieron a la parienta un relevo con la madre y nos pudimos despistar alrededor de 24 horas.
Pude decirse que ya, por fin, ha entrado el verano; ¡bueno, eso parece!, porque todavía hoy, día 19 de junio, sigue pegando coletazos la primavera. Hemos tenido un tiempo alterado, serán tormentas o que se yo, que ha afectado a más de la mitad de la península, llegando la borrasca nada menos que a Sevilla; en el triángulo Sevilla-Cazalla de la Sª- Monesterio se han registrado hasta 6 mm de lluvia con temperaturas máximas de 20ºC y mínimas de 8ºC, más propias de Abril que de Junio. Nunca como este año se ha cumplido el refrán que dice “hasta el 40 de Mayo no te quites el sayo”.
Camino del pueblo, en los llanos de la finca “El Esparragal”, t.m. de Gerena (Sevilla), en las tierras dedicadas a la alternativa cereal/girasol, los trigos, aunque tardíos, estaban prácticamente de siega y el girasol se presentaba exuberante debido a las tormentas pasadas. Los terrenos adehesados dedicados al pastoreo, ya pasada la cuesta de la media fanega, van pasando del color verde de la primavera a los tonos más pajizos debidos a los incrementos de las temperaturas. Este fenómeno se acentúa menos conforme nos vamos acercando a Monesterio; vamos dejando atrás tierras tempranas y nos acercamos a las más tardías, no en vano pasamos de unos 8 ó 10 metros de altura a nivel del mar hasta los 575 m. del pueblo, de tal forma que la hierba,  abundante dada la cantidad de lluvia, aún conserva el color verde.
En cuanto al aspecto de los árboles, encinas y alcornoques, nada que ver con el color que presentaban el año pasado; entonces se veían oscuros y parduzcos a consecuencia de las altas temperaturas y escasez de agua en el suelo. En cambio, este año presentan una coloración verde que da gusto verlos; se nota que no les ha faltado humedad. Y es que las lluvias han sido abundantes y se han caracterizado por caer con una intensidad baja, lo que ha permitido que la tierra se la fuese tragando poco a poco, con lo que las escorrentías y posibles daños han sido mínimos; como excepción las tormentas de granizo en el mes de Mayo que en algunos sitios han vareado las encinas y otros árboles, estropeando el fruto futuro.
De enero a mayo hemos tenido una climatología caracterizada por un incremento de las temperaturas medías en forma de sierra con dientes muy acusados. A todo lo largo del periodo se han alternado intervalos de frío con otros de calor impropios del mes considerado. Este fenómeno se volvió más acusado en los meses de la primavera. Hizo calor en la 3ª semana de Marzo para bajar las temperaturas a finales de mes; posteriormente sobre mediados de Abril hizo temperaturas más propias de Julio que del mes citado, las máximas en Sevilla llegaron a casi los 40ºC, 38ºC, para posteriormente volver a caer en el mes de Mayo cerca de los 0ºC; las distintas romerías de este mes, San Isidro y El Rocío, se caracterizaron por el frío que pasaron los romeros; los resfriados abundaban por doquier. A último de mes parecía que el verano iba a hacer, por fin, su entrada, pero vuelve a despedirse la primavera con una borrasca que ha afectado a más de media España con consecuencias catastróficas en algunos puntos: parece ser que a las lluvias acaecidas se han sumado los deshielos en los Pirineos con inundaciones en más de un sitio.
En consecuencia, la primavera ha tenido un resultado más que abundante en lo que se refiere a la vegetación en sí; otra cuestión muy distinta serán las consecuencias en los frutos de los árboles. En lo que respecta a un frutal típico de Monesterio, el alberchiguero, melocotón tardío, los fríos parece ser que han hecho estragos y por lo que respecta al fruto más importante para la ganadería, la bellota, no ha cuajado con la uniformidad que debería. Mientras en algunos sitios se ven rociones de bellota, en otros brillan por su ausencia, bien debido a los fríos o bien a las granizadas.
Por lo que a los cazadores nos interesa, a estas alturas todavía no se sabe a ciencia cierta cómo habrá criado la perdiz. La gran cobertura vegetal existente impide ver las polladas; de lo que si estoy seguro, es que si bien, por una parte, esa cobertura vegetal tan abundante les proporcionará una defensa y refugio natural muy adecuado, no sabemos hasta la fecha como habrán reaccionado primero las perdices en su nido y posteriormente los pollitos frente a las tormentas y el frío. Los romeros tienen medios para curarse los resfriados, pero los pollos de perdiz no tanto. Más de uno no habrá superado el contratiempo.
Dehesa Extremeña: foto de www,jamom.es
Y ahora voy a explicar lo del título, a que me refiero con una crisis ante la abundancia. Me referiré a tiempos atrás sobre lo que acaecía en periodos de escasez y hambruna, décadas del cincuenta y sesenta del siglo pasado. A algunos, esto les debe soñar a chino, pero algunas veces conviene recordarlo. Eran tiempos en que el pan se cocía en hornos de leña siendo un combustible bastante usado las jaras, esa planta que tanto les estorba ahora a los agricultores y ganaderos. Casi todos los jornaleros de entonces disponían de una bestia, por lo común un burro, que les servía para poder arrimar a casa algo de comida: iban al campo por la mañana, bien temprano, y para las doce a las una de la tarde podían estar en la tahona que fuese con su carga de jara y el dueño de la misma les cambiaba la leña por un pan de un kilo; si, he dicho bien, UN PAN DE UN KILO. Ahí podía terminar todo si el dueño de la finca de donde procedían las jaras no se hubiera mostrado disconforme con el asunto; mas de una vez, el jornalero, después de que el dueño de la finca hubiera formulado la correspondiente denuncia a la Guardia Civil, por apropiación indebida, se veía obligado a volver a llevar las leña a su sitio de procedencia e incluso quemarla “in situ” sin provecho para nadie; y calladito, porque podía acabar con sus huesos en la cárcel. Ahora, muchos propietarios de fincas con jaras abundantes se darían con un canto en los dientes si se las llevaran gratis. Pues bien, el día que estuve en Monesterio fui al campo con Emilio Chavero, un compañero de caza,  y estuvimos en su finca. Emilio, tiene más de setenta años, cerca de ochenta, se podría asemejar al jornalero de la carga de jara, seguro que acarrearía más de una para llevar el pan a su casa, y se caracteriza por haber sido el jornalero de campo que domina bastante bien todos los oficios: arar, sembrar, sachar o escardar, abonar, segar tanto con hocino como con hoz o guadaña, recolectar, talar, recoger aceitunas o bellotas, descorchar, hacer carbón o picón, etc... etc... etc... A su buen saber y hacer juntaba unas buenas dotes de trabajador constante y ahorrador, lo que le ha llevado al cabo de los años a disponer de una finca de unas 14 o 15 fanegas de tierra, suficientes para no trabajar y tampoco cobrar subsidios. Siempre se ha bastado por si sólo para llevar la finca y prepararla, pero este año, debido fundamentalmente a su edad, se le ha “juntado el rabo con las orejas”, o lo que es lo mismo, no ha sido capaz de aprovechar el excedente de hierba con los animales ni tampoco cortarlo con la guadaña para guardar el heno. Pero ahora viene lo más curioso de todo: ni sus hijos, que tiene unos cuantos, ni otros ganaderos están dispuestos a ir a su finca y aprovechar los excedentes con ganado o para heno. Algo que era de lo más corriente en tiempos pasados, aprovechar los excedentes en primavera y guardarlos para el invierno, se deja en el campo que se pudra y se pierda y para más inri constituya un serio peligro de incendio en el verano.
Todo esto que ocurre con una finca de un particular ya anciano, ocurre con los montes tanto particulares como del Estado. La vegetación herbácea es abundante y si no se quita de en medio constituirá un excelente combustible para causar incendios. Estamos de acuerdo en que no podemos obligar a nadie a que vaya a trabajar en algo para lo que no está preparado; pero ¿por qué razón no se ocupa a todos los jornaleros agrarios que están cobrando paro o subsidio del Régimen Especial Agrario a que realicen labores de limpieza del monte? ¿Por qué no se aplica lo legislado para los trabajos de colaboración social? No sé por qué, pero la consecuencia es clara: los trabajadores se conforman con el paro o el subsidio más aquello que puedan hacer de forma sumergida y dicen que a realizar labores agrarias vaya su abuela. Los hijos de los agricultores se fueron corriendo del campo a la construcción u otros sectores y ahora engrosan las filas del paro. Al final tenemos unos trabajadores que a fuerza de no trabajar han olvidado su oficio y a una Administración Pública que se hincha a subsidiar a la clase obrera y a la que no es tan obrera y que al final se acostumbra a no trabajar. No nos extrañemos que los bares de los pueblos estén llenos de parados y que las labores del campo las realicen marroquíes y rumanos; alguien las tiene que hacer. Claro, que digo yo, marroquíes y rumanos también se acostumbraran.
Y así llegamos a lo que llegamos: la abundancia de las jaras, que no eran aprovechables para nada, origina una crisis, y la abundancia de la hierba, caso de una buena primavera, puede originar otra. ¿Qué es lo que nos pasa?