jueves, 7 de junio de 2018

EL GOBIERNO DE SÁNCHEZ Y LA CAZA

EL GOBIERNO DE SÁNCHEZ Y LA CAZA

Hay un refrán en la caza que dice que “no importa que la escopeta sea más o menos vieja o nueva, lo importante es el sobrecabo´(*) ” y también un proverbio chino que dice que “da igual gato blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones”. Pues bien, políticamente, hay que darle la enhorabuena a Pedro Sánchez en la elección de sus ministros. Otra cuestión será lo que suceda después.
Nuestro flamante presidente del Gobierno, Sr. Sánchez, ha hecho todo lo contrario que el Sr. Rajoy. A este se le veía preocupado porque sus ministros (“gatos”) hicieran sus gestiones convenientemente (cazaran ratones) sin importarle su color. Sin embargo el Sr. Sánchez los ha elegido teniendo en cuenta antes que nada su color.
Leyendo la prensa sobre este acontecimiento político, los periodistas reciben la relación de los nuevos ministros y ministras de forma en general complaciente, añadiéndole calificativos de un gobierno “serio”, de “marketing”, de “pasarela”, “bonito”, etc... En general califican el nuevo gobierno de aceptable. Ha vestido a sus ministros y ministras con ropa de caza de marca y escopetas de última generación.  Otra cosa será como "cacen".
Valga como ejemplo el ministro de Asuntos Exteriores, Sr. Dástis, excelente gestor pero nulo comunicador. Para entendernos bien, un excelente “cazador”, pero equipado con una “escopeta” que no inspiraba ninguna confianza. En definitiva, nadie se creía, incluidos algunos de sus propios compañeros, que valiera para el cargo. De hecho su comunicación en la UE en lo referente al asunto catalán no sólo ha sido nula sino perjudicial. Se le ha hecho más caso al Gobierno catalán que al español. Su sustituto, Sr, Borrell, ha sido elegido fundamentalmente por su “color”: catalán y anti-independentista. De un solo golpe, Sánchez le ha dado “p. el c.” al PP y a C´s. Al primero por elegir a alguien que por lo menos tiene claro y sabe comunicar el problema de Cataluña y al segundo por quitarle la primacía del anti-independentismo.  Lo que está por ver es si es buen “cazador”, aunque “equipo de caza” no le falta.
En cuanto al asunto de la caza, tanto con Aznar cómo con Rajoy, hemos tenido excelentes gestores en Medio Ambiente, no olvidemos a Loyola de Palacio, excelente ministra según mi criterio, Miguel A. Cañete y la saliente Isabel G. Tejerina. Todos ellos excelentemente preparados, pero le han hecho más caso a los ecologistas que a los cazadores. En pocas ocasiones, por no decir ninguna, les oí hablar de los problemas de los cazadores. Por el contrario, el Sr. Sánchez sin cortarse lo más mínimo, ha creado un ministerio nuevo denominado de “Transición Ecológica” que abarcará las áreas de Energía, Agua, Medio Ambiente y Cambio Climático. Ha designado como responsable a Teresa Ribera, que ya fuera secretaria de Estado de Medio Ambiente y Cambio Climático con Zapatero. De entrada ha sido una elección muy aplaudida por los ecologistas, entre ellos Greenpeace, Ecologistas en Acción, WWF y SEO/BirdLife entre otros. Algunas de estas organizaciones de marcado carácter anti-caza. El Sr. Sánchez le ha hecho un “guiño” muy marcado a todas estas organizaciones.
Creo que era eso lo que iba buscando Sánchez. Un color para el “gato” que aplaudieran aquellos sectores que más lata dan a la Administración, aquellos que más se manifiestan. De hecho, caso de los ecologistas, esta es su especialidad: salir a la calle. En definitiva, buscando votos.
En el asunto catalán creo que de entrada hemos ganado: el color del “gato” ha sido el más acertado, lo que está por catar es ver si “caza ratones” de forma adecuada. Respecto a la caza, de entrada estábamos mejor: ni el color ni la actuación del “gato” nos gustaba, pero no había una postura clara a favor de aquellas organizaciones que se oponían de una forma abierta a la caza. Ahora está claro que el color del “gato” no nos gusta en absoluto a los cazadores. Ya salimos escarmentados con la actuación de la Sra. Narbona, siempre de lado de los ecologistas anti-caza.
La Sra. Ribera es de la misma “camada” que su antecesora y antigua jefa, la Sra. Narbona. Recientemente mantiene relaciones con los ecologistas haciéndose eco de la crítica hacia la reforma de La Ley de Patrimonio Natural y Biodiversidad ya aprobada en el Congreso. También comparte opiniones con Ruth Toledano, uno de los referentes del animalismo más radical de España, sobre la noticia del accidente del camión de los elefantes del circo Gottani: “Elefantes en un camión, esa es la cuestión. Elefantes hacinados en un camión. Elefantes transportados para su explotación en un #circo. Y la noticia d Antena3 ni siquiera se refiere a los elefantes muertos y heridos, más allá dl tuit q reproduce. Qué pena”
  Desde el sector cinegético se recibe con prudencia el nombramiento de la ministra. De hecho en Andalucía y Extremadura se ha mantenido un dialogo positivo entre sus gobiernos socialistas y los cazadores, siempre con respeto a la biodiversidad, pero dando voz y voto a los actores del mundo rural, entre ellos los cazadores.
Yo, cazador desde mi juventud más temprana, no tengo más remedio que mantenerme escéptico ante este nombramiento. No es que yo piense mal de la ministra, pero prefiero ser pesimista y no llevarme después sorpresas desagradables. Más vale llevarse una alegría que no un disgusto.
En definitiva, este nuevo gobierno puede que en general “pinte bien”, pero esperemos que no ocurra lo que a aquellos conejos que estaban jugando a las cartas (**) . Queremos políticos que no sólo tengan presencia y buen curriculum. Lo fundamental es que sean buenos gestores, y eso en el PSOE brilla por su ausencia.
De cualquier forma he de reconocer que Pedro Sánchez ha hecho la jugada del siglo. Después de estar repudiado por su partido y fuera del Congreso, volvió por arte de birlibirloque a ser secretario general del PSOE a pesar de los denominados barones y ha aprovechado la más mínima ocasión para ser presidente del Gobierno a costa de independentistas, populistas y lo que es peor, de terroristas. Pues bien, no ha transcurrido aun una semana desde su nombramiento y ya se la ha pegado al PP y Cs con el nombramiento de Borrell y ha quedado con un palmo de narices a Podemos, ERC, PdeCat y otros. Lo que todavía no sé es lo que le ha prometido al PNV, aparte claro de lo que le prometió el PP, porque para la misma carga no es menester cargar más alforjas. Estos socialistas son unos verdaderos “trileros”, en el buen sentido de la palabra, claro.  Pero a mí no me engañan.

(*) Se refiere al cazador, en el sentido de llevar a cabo la misión de abatir el animal.
(**) Cuentan que unos conejos estaban jugando a las cartas y en un momento determinado les avisan de la presencia de unos cazadores. Uno de los jugadores pregunta por su aspecto, a los que le responden: “tienen muy buena presencia: buena vestimenta y escopetas nuevas”. “No hay problema, contesta, echa cartas”. En otra ocasión, ante la misma pregunta responden: “tienen muy mala presencia: ropas viejas y escopetas oxidadas y reatadas con alambres”. La respuesta fue muy distinta: “a correr que hay peligro”.

miércoles, 18 de abril de 2018

LA CAZA EN LA ACTUALIDAD

He leído hoy domingo, 15/04/2.018, en el diario “ABC” de Sevilla, una entrevista, hecha por Romualdo Maestre al presidente de la Federación Andaluza de Caza, José María Mancheño. Dicha entrevista se hace con motivo de la manifestación que llevamos a cabo los cazadores para reivindicar medidas frente a la campaña de acoso y derribo que se nos hace desde determinados colectivos, “animalistas” y “ecologistas”, desde los que no sólo se critica nuestra forma de hacer sino que también tenemos que aguantar insultos, calumnias e injurias.

Soy cazador desde pequeñito y reconozco toda la labor que hace el cazador en el medio agrario ayudando a que se mantenga un equilibrio entre la caza y el medio que la rodea, sin olvidar que vivimos en un momento en que no debemos olvidarnos del progreso que posibilita el desarrollo de la especie humana, indudablemente en detrimento del propio desarrollo de otras especies. Si esto último no se comprende excusamos de seguir haciendo deliberaciones.

 Se ha definido el desarrollo sostenible como «el desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de ese bien natural renovable para mantener las necesidades de las generaciones futuras; que no amenace la viabilidad y desarrollo de otros bienes dependientes o relacionados con los aprovechados; y que no ponga en peligro la estabilidad del ecosistema en el que se desenvuelven los bienes naturales manejados».

Los bienes que nos brinda la Naturaleza, fundamentalmente los seres vivos, plantas y animales, pueden verse comprometidos por un desarrollo en exceso de algunas de las especies que nos brinda la misma. Pero existe un mecanismo de compensación de la propia Naturaleza que hace que sea posible la vuelta al equilibrio. Es una teoría según la cual un exceso de población se corrige por una “retroalimentación negativa”, según la cual cuando una especie se desarrolla en exceso, aquellas otras de las que depende disminuyen, con lo cual ella disminuirá igualmente por la falta de las que depende. Ello volverá a traer otra vez a su punto de equilibrio. Este incremento y disminución de las especies alrededor de este punto de equilibrio está continuamente en movimiento, por lo que este equilibrio es totalmente dinámico. Esto es aplicable en los sistemas depredador/presa (lince y águila real respecto del conejo de monte) o relación entre herbívoros y las plantas que constituyen su fuente de alimento (oso panda y bambú).



Pero claro, una de las especies que se encuentra dentro de este equilibrio es la especie humana. Y da la casualidad, que debido a ciertas particularidades de la misma en las que no voy a entrar ahora mismo, esta especie tiene la cualidad de ser única en lo que respecta a su capacidad de adaptación al medio natural. Desde la aparición del género “homo” en la tierra hace más de 2.000.000 de años, distintas especies, “habilis”, “erectus”, etc, fueron desapareciendo dando lugar a otras con más capacidad de adaptación. Así, hace unos 300.000 años, aparece la especie “sapiens”, y desde entonces, aunque ha habido periodos en los que el número de sus individuos se ha visto recortado debido a desastres naturales o enfermedades generalizadas, siempre, por lo menos hasta ahora, desde el año 10.000 a.c. no ha dejado de crecer: de 1.000.000 de individuos, hasta más de 7.000.000.000 en la actualidad. Esta evolución dentro de las especies “homo” hasta llegar al “H. sapiens” y su crecimiento exponencial hasta nuestros días son consecuencias de su capacidad de adaptación al medio: alimentación, vestidos, búsqueda de refugios y ya más recientemente la higiene y la sanidad debido a los nuevos desarrollos tecnológicos.

Que nadie se extrañe que este incremento poblacional de una especie, “Homo Sapiens”, en comparación con el resto, haya tenido consecuencias sobre el equilibrio ecológico y que a lo largo del tiempo, debido a su capacidad de adaptación haya ido ocupando nuevos nichos ecológicos y haciendo desaparecer a otras especies de su entorno. Pero también ha hecho aparecer nuevas especies o bien adaptando las existentes a una mejor producción de aquellos productos que más le convenían: lana, pieles, leche, carne, huevos, etc., en el caso de los animales y producción de cereales, leguminosas, oleáceas, etc., en el caso de las plantas. Así se pasó de cazar y recolectar lo que daba el campo de modo natural a domesticar animales y plantas para poder controlar las poblaciones y no depender de las derivas de la naturaleza.

Esta domesticación de animales y plantas sirvió para disminuir el ejercicio de la caza como medio de sustento. De esta forma se le quitó a las especies silvestres cierta parte de su hábitat, pero también posibilitó la reserva de ciertos espacios para mantenerlas sin ser molestadas. En principio estos espacios donde se mantenían los animales en libertad eran o bien aquellos que no podían ser “cultivados” por el hombre o bien porque no le eran necesarios. También en otros casos, bastantes, los animales salvajes convivían con el hombre y sus animales domésticos y se aprovechaban de los nuevos cultivos.

Siempre, incluso después de domesticación de animales y plantas, el hombre siguió conservando en sus genes la necesidad y vocación de la caza y de vez en cuando, siempre que se lo permitían sus obligaciones, ejercía las acciones cinegéticas encaminadas a satisfacer esa necesidad, viendo suplementada su dieta de carne.

Poco a poco, los terrenos naturales por los que campaban a su aire los animales silvestres han ido disminuyendo en beneficio de terrenos de cultivo, aprovechamiento forestal o por ganadería doméstica. Era difícil encontrar alguna zona no hoyada por los pies del “h. sapiens”. Era necesario para poder alimentar a tantos miles de millones de criaturas. Los animales silvestres empezaron a disminuir, incluso desaparecer, fundamentalmente por hacer la competencia a los domésticos: la caza y la ganadería son totalmente incompatibles. Esto es un hecho totalmente demostrado, todo debido a la primacía de una especie superior, “H. Sapiens” frente al resto de las demás especies. Es algo que se constata sin necesidad de demostrarlo, el hombre es la especie más preparada para la supervivencia y sobrevive a todas las que están a su alrededor. Pero la misma cualidad que tiene para sobrevivir es también la que le sirve para darse cuenta que sin el resto de las restantes especies su supervivencia se iría a la mierda. Y ya no me refiero a las especies domésticas, sino también a las salvajes. Es preciso preservar esa carga genética de todas las especies, domésticas y salvajes, que nos ayuden a seguir prosperando.

Por lo dicho anteriormente, por su inteligencia y capacidad de adaptación, el “H. sapiens” se ha dado totalmente cuenta que su supervivencia depende también de la propia supervivencia de las demás especies. Pero esta supervivencia debe tener un límite; dicho límite es aquel que permita el progreso y desarrollo del hombre en coexistencia con los demás animales. Es el nuevo equilibrio impuesto por el hombre, la especie que, por razones que no voy a exponer ahora ni vienen al caso, se encuentra en la cúspide de la pirámide. Pero también es el hombre quien tiene que poner los medios para determinar este límite. El hombre dispone de muchos medios entre los que destaca la eliminación de aquellos animales sobrantes que romperían el equilibrio ecológico en que se encuentran. Y dentro de estos medios de eliminación se encuentra la caza: las especies se someten a un proceso de “selección” mediante la práctica de acciones cinegéticas que disminuyen la población a los límites deseados. La intensidad de la acción cinegética será mayor o menor en función de la población de la especie considerada. Pero el cazador no solo se preocupa de la disminución de la densidad poblacional en caso de abundancia, sino que también y esto es lo más importante, se preocupa de que la población aumente en caso necesario. Tenemos multitud de ejemplos de cómo han influido los cazadores de forma positiva en la existencia actual de ciertos parques naturales. Que hubiera sido de “Doñana”, “Sierra de Cardeña y Montoro”, “Monfragüe” y otros de no ser por los cazadores.

En estos lugares, sólo quedaban algunos reductos adonde fueron relegados unos pocos individuos, testigos de lo que fue una población abundante en tiempos pasados. Esos lugares eran visitados por unos pocos privilegiados que veían satisfechos sus deseos ancestrales de ejercitar el ejercicio cinegético y de forma simultánea pasar un día en plena naturaleza después de haber estado encerrado en un cubículo dentro de una ciudad apestada por los coches y demás zarandajas propias de la urbanización propiciada por el mismo. Ellos cuidaron de estos lugares para que los animales siguieran existiendo y después comenzaron a aparecer las zonas acotadas propiciadas por los mismos cazadores que posibilitaron que las especies cinegéticas fueran en aumento y existieran tal como se ve hoy en día.


Con la práctica de la caza se controlan las poblaciones silvestres, reduciendo enfermedades, preservando la flora, disminuyendo daños a la agricultura, se prevén accidentes de tráfico, etc., etc. Sin olvidar, por supuesto, la contribución de la caza al P.I.B. de las regiones, sobre todo de aquellas que son inminentemente de carácter rural.

Por ello, hoy los cazadores salimos a la calle para reivindicar que la Administración Pública tome medidas frente a la campaña de acoso y derribo que tienen algunos grupos como “Animalistas” y Ecologistas”. Estos grupos no solo protestan, sino que también hacen campañas de injurias, calumnias y acoso contra los cazadores. Nosotros queremos ser parte de la Sociedad Civil y demostrar que somos parte importante en la conservación medioambiental.

Agradezco a todos los estamentos públicos que apoyan a la caza como un medio de desarrollo sostenible. Todos los cazadores, por la cuenta que nos tiene, somos aliados en materia de conservación medioambiental y tememos que informar y convencer de ello a la sociedad civil en general.

El presidente de la Federación Andaluza de Caza, José María Mancheño, alude en la entrevista a la que hacía referencia que la caza “es hoy una afición, uso o deporte al alcance de cualquier persona. La caza es un fiel reflejo de la sociedad actual y por esta razón, puedes cazar en un coto por algo más de 120 euros al año o acudir a una montería de varios miles de euros. A día de hoy, la caza se ha socializado y esa imagen de afición para ricos es absolutamente incierta. Caza quien quiere y la gente que vive en el mundo rural lo sabe bien. Los días de «La escopeta nacional» o los «Santos inocentes» pasaron hace mucho tiempo, eso ya no existe”.

Animo a todos los cazadores a defender esta afición que nos sirve para contribuir de una forma sostenible al desarrollo del medio natural y otra cosa también muy importante: a incrementar la amistad y camaradería entre todos los cazadores. Intentemos divertirnos no sólo sin hacer daño, sino también ayudarlo a mantenerlo en condiciones óptimas para el desarrollo de las especies. 

lunes, 5 de marzo de 2018

SOBRE LOS CAMPEONATOS DE CAZA MENOR CON PERRO



Tomando una copa en la sede de la Sociedad Local de Cazadores de Monesterio veo en el tabón de anuncios la circular de la Federación Extremeña de caza en la que se comunica al presidente de la Sociedad los Campeonatos provinciales de Badajoz y Cáceres de Caza Menor con Perro con indicación de fechas y lugares de celebración. Igualmente las bases del concurso, entre las que destaco las siguientes:
<< La prueba es de cinco horas de duración, de las nueve a las catorce horas. Las especies y el cupo serán las del cuadro adjunto. Aparte de la documentación del cazador, bastante exhaustiva, se exige el Pasaporte (¿) y microchip del perro.
Cada Sociedad federada puede llevar dos participantes>>

 Acaba la circular con la despedida y anexa un modelo de solicitud.

Atentamente El Presidente de FEDEXCAZA -José María Gallardo Gil
Federación Extremeña de Caza. Ctra. De Cáceres, 3 (Edificio Blanco) C.P. 06007 – Badajoz Tel: 924-17.10.24 Fax: 824-68.00.88 Email: federexca@fedexcaza.com web: www.fedexcaza.com  >>

Me acordé cuando participé en el campeonato provincial de caza, hace ya bastante tiempo. Era, creo, el año 1.984 y el presidente de la Sociedad Local de Monesterio me propuso participar en el campeonato de Badajoz, como representante de la Sociedad. Se celebró también en la zona de Valdecaballeros. Tenía entonces 36 años y estaba en plena forma. Me acompañó mi hermano J. Manuel y un compañero de caza, Rogelio (†), que iba nombrado por la sociedad para actuar como juez ante otro concursante. Nos dimos un madrugón y una buena cochada: salimos a las cuatro de la mañana, más de 200 km, en aquellos tiempos sin autovía.
Nunca había participado, ni tan siquiera había asistido, a un campeonato de caza. Ni idea de cómo funcionaba el sistema. A partir de este me empecé a dar cuenta de cómo eran y se desarrollaban, con lo que me quedé totalmente decepcionado. Yo creía, o por lo menos eso me figuraba, que nos asignarían un terreno a cada uno y que podíamos cazar con toda la tranquilidad del mundo, ¡Qué iluso! Nada más lejos de la realidad. Una vez que nos dijeron las condiciones generales, se nos señaló un terreno de unas 300 ha., ¡para todos! con fijación de los límites naturales más importantes: carreteras, ríos, alambrada cinegética del coto limítrofe, así como otros accidentes geográficos sencillos de ver y analizar.
La primera sorpresa fue el comienzo de la cacería. Se indicó que la misma comenzaría con un disparo realizado por el encargado del asunto. Este cogió una escopeta, se la echó a la cara, apuntó al cielo y disparó. Nada más sonar el tiro la casi totalidad de los concursantes, más de 30,  salió corriendo como alma que lleva el diablo en una dirección, con lo que más parecía una carrera de atletismo que una competición cinegética. Yo me quedé patidifuso y supuse que todos corrían hacia el mismo lugar con el ánimo de llegar cuanto antes y poder abatir la pieza que más puntuaba, la perdiz.
Una cosa me quedó clara: el que más y el que menos conocía el terreno de antemano, había estado en él unos días antes y lo había estudiado con detalle. La carrera efectuada por la mayoría hacia un sitio determinado indicaba a las claras el lugar donde podían encontrase las mucha o pocas perdices del lugar, las piezas que más puntuaban. Este conocimiento, con anticipación, del terreno por parte de los concursantes se presta a la picaresca de poder hacer chanchullos. En el año 2007, en la final del XXXIX campeonato en Ribera del Fresno (Badajoz), el tetracampeón Francisco Fernández Sierra fue descalificado tras una denuncia de su juez de campo, que lo acusó de hacer trampas. Había colocado piezas muertas con anterioridad en lugares estratégicos del terreno, que recogía durante el transcurso de la cacería haciendo como si las había matado. Claro que todo esto era totalmente nuevo para mí, con lo que más que pagar la novatada fui de “pardillo” total.
Llevaba conmigo una perra podenca que había traído de Alicante, la “Mori”. Por cierto, un animal excelente para la caza menor: hacia la liebre, la perdiz y el conejo como ninguno otro perro. Su comportamiento era bastante mejor que muchos perros de muestra.


Una vez efectuado el disparo de salida y vi la “estampida”, ni se me ocurrió seguirles. La idea me pareció no solo poco adecuada, sino también bastante peligrosa. Así que me quedé quieto, esperé a que se hubieran alejado y salí en dirección totalmente contraria a la tomada por aquella multitud. Enseguida llegué a uno de los límites fijados, una carretera comarcal, y me dediqué a cazar con tranquilidad a lo largo de la misma. El terreno era propicio para las liebres y antes de dos horas, con el excelente concurso de la perra, me había “estirancado” cinco liebres como perros. En mi larga vida de cazador no he visto nunca liebres tan grandes, todas próximas a los tres kilos de peso. Los cerca de 15 kg a la espalda durante más de cinco horas me pusieron a “caldo”.
A partir de las dos horas veía a lo lejos, de vez en cuando, cazadores correr de un lado para otro. En mi vida me planteé que la caza al salto se pudiera hacer corriendo. Sabía que la perdiz había de apretarse con ánimo de poder alcanzarla antes de que apeonase lo suficiente para alejarse, ¿pero correr a toda pastilla? Increíble. Luego leí en alguna revista la forma de cazar la perdiz por el famoso Ismael Tragacete, un personaje que ostenta seis campeonatos nacionales, el cual llegó a correr en un campeonato más de 70 km en 7 horas, lo que significa una velocidad media de 10 Km/hora, de tal forma que necesitaba que relevaran en varias ocasiones al juez de campo que le acompañaba para verificar la legalidad de las capturas. El sistema, denominado “el caracol”, consistía, una vez localizada la perdiz, en correr en amplios círculos dando la apariencia de ir en dirección contraria, lo que podría engañar a la perdiz haciéndola creer que se alejaba, hasta ver que la perdiz se aplastaba, momento en que se cerraba el circulo con acercamiento hacia ella. Para aplicar este “sistema” se requieren unas piernas de corredor de maratón, agilidad extrema, pulmones de atleta y una vista de águila. Es necesario que una vez localizada la perdiz, no se la pierda de vista mientras se corre. Con todos mis respetos hacia el Sr. Tragacete, me hubiera gustado verle hacer “El Caracol” en lo alto de “Sierra Morena” acompañado de otros compañeros. Este sistema será muy bueno cuando se va solo y se practica la caza en terrenos afables, como suelen ser los llanos de La Mancha o sitios parecidos. En una sierra, a las primeras de hacer “El Caracol” tendremos a todas las perdices espurriadas a más de tres km, eso si las pendientes y el monte te lo permite. Aquí hay que ir despacio hasta espantar el bando y posteriormente apretar el paso pero sin correr intentando que las perdices no se espanten antes de llegar. En una sierra la perdiz encuentra la salvación en el vuelo largo y posterior peonaje, a ver si se pierde. El aplastamiento, salvo excepciones, lo reserva para terrenos llanos en los que volando gasta energía que la obligan a parar. Pero en una sierra, vuela y se descuelga casi sin cansarse y en un solo vuelo se ha perdido de vista para el resto del día.
En definitiva, una forma de cazar totalmente contraria a lo que yo había aprendida de mis compañeros de caza mayores: “sin prisas pero sin pausas”. Hay que seguir una cierta formación, hay que buscar la caza, en el caso de las perdices con tranquilidad, para una vez espantada y separadas llegar de nuevo a ella con rapidez pero nunca “corriendo”. Después, cuando los pájaros están separados hay que cazar con pausa, dejando trabajar a los perros con tranquilidad y buscando, si es necesario mata por mata. En cualquiera de ellas se aplasta una perdiz y se queda atrás sin que salga. Hay un dicho en la caza muy significativa: “la caza requiere cazador y perro cojos”
Sólo vi volar una perdiz en toda la cacería. Sucedió a la mitad de la misma y ya llevaba las cinco liebres en lo alto de las costillas. La vi dar de ala a unos 150 metros y esconderse detrás de un cerro. ¡Estupendo!, dije para mí, tendré la oportunidad de abatir una patirroja. Eché a andar con rapidez en la dirección por la que se perdió la perdiz con ánimo de sorprenderla en la asomada, pero el sorprendido fui yo. Nada más asomar al cerro y disponerme a buscar y levantar el pájaro, veo a otros dos cazadores corriendo como posesos, uno por mi izquierda, el otro por mi derecha, a unos cincuenta o sesenta metros. Al verlos me quedé totalmente parado y sorprendido a la espera de lo que podía ocurrir. La dirección de cada uno de ellos presagiaba que iban a confluir en un mismo punto, donde se suponía podría estar el pájaro, por cierto al que también iba a llegar yo. De pronto sale la perdiz y emprende el vuelo hacia adelante; antes de que pudiera disparar, la escopeta se me quedó a media distancia del hombro, suenan ¡cuatro tiros! casi simultáneos. Al igual que yo, los dos cazadores debieron ver volar al pájaro y han disparado toda la munición permitida al mismo tiempo. La perdiz se queda hecha en el aire una aljofifa viniéndose al suelo como un trapo. Debe tener plomo hasta en el carnet de identidad. Todavía parado, totalmente sorprendido, veo como uno de los perros la cobra y se la lleva al cazador que cae a mi derecha. Antes de que el can se la dé ha llegado corriendo el otro cazador, situado a mi izquierda, reclamando la pieza. Se han enzarzado los dos en una discusión sobre cuál debe adjudicársela. La realidad es que los tiros han sido casi simultáneos y la decisión no debe ser nada fácil. Se plantea un serio problema para los jueces que los acompañan. Lo que en una cacería normal suele ser una satisfacción por abatir una pieza, sea de uno u otro compañero, se convierte en este caso en una “casi” violenta discusión sobre quien se “apunta” la pieza abatida. La escena me quita las ganas de seguir cazando y poco a poco, sin aliciente alguno, fui acercándome al lugar del control para finalizar la jornada. Creo que ganó el concurso un cazador con seis piezas, una más que yo: cuatro perdices, una liebre y un conejo. Claro, con bastantes más puntos.
Una nota destacable del concurso fue la de un participante que entregó en el control 8 palomas torcaces, en ese concurso puntuaban, pero que no fueron suficientes dada la baja puntuación de estas piezas. Fue curioso por la razón de que el cazador vio un paso de palomas y estuvo la mayor parte de la cacería apostado, quieto en un puesto. Con un poco más de suerte hubiera ganado el concurso sin correr, ni siquiera andar, y sin competir con los demás.
Otro dato curioso, el de un concursante que presentó en el control dos liebres o, mejor dicho, parte de las mismas. Con ánimo de no llevar peso le había arrancado tripas y toda la parte trasera, sólo tenían la cabeza, las patas delanteras y un trozo de pellejo colgando. Lo curioso es que se las puntuaron como si se tratara de piezas aprovechables culinariamente hablando. Increíble, pero cierto, se las catalogaron de forma normal. Cuando descargué en el control mis cinco liebres enteritas se me quedó cara de “gilipoyas”. Creo que también algún juez se quedó algo sorprendido.
Por lo que respecta a mi participación sufrí una gran decepción y sirvió para no ir más a ningún otro concurso. Nunca me gustó competir en nada, pero en caza menos. La competición siempre entre amigos y siendo la victoria un aliciente secundario.