A día de
hoy, 2 de julio, cumplo un mes justo de jubilado. El día 2 de junio fue mi
último día laborable, o sea, como trabajador activo. Debería haber causado baja
en el trabajo el día que cumplí los sesenta y cinco años, día 2 de Mayo, pero
por aquello de la crisis y los recortes tuve que prolongar mi vida laboral un
mes más.
Cierto que
hubiera podido seguir trabajando, reenganchándome al estilo militar, pero los
recortes, ya mencionados, que se empeñan en tratar peor a los trabajadores que
a los pensionistas, me han convencido para pasar a la situación de jubilado.
En
principio, supongo que como a todo jubilado, se me presentó un problema: ¿Qué
hacer? De entrada y coincidiendo la jubilación con principios del mes de junio,
me hice a la idea de que tendría por delante unas amplias vacaciones de verano
y que para cuando empiece el otoño ya me plantearé algo; eso sí, siempre que lo
considere necesario. A lo mejor resulta que haciendo en el invierno lo mismo, o
parecido, que en el verano, es suficiente.
Pero, y
¿qué es lo que haré este verano, me pregunté? Voy a ir desgranando lo que tengo
pensado para un día normal: en primer lugar, por supuesto no madrugar. No quiero ser de esos
pensionistas que se levantan a punta de mañana, hartos de cama, dicen ellos, y
se pasan horas y horas deambulando de acá para allá sin entretenimiento ninguno.
Así pues, aguantaré en la cama, a gusto por supuesto, hasta las nueve más o
menos, me lavoteo con toda la tranquilidad del mundo, me enfundo chándal y
botines, un cafelito y a darme un paseo de unas dos horas, es fundamental
moverse. De regreso a casa, una buena ducha, bajo a la calle, compro el
periódico, tomo otro cafetito en el bar y me subo para casa a darle una “paliza” al ordenador. Dentro de esa “paliza” estará, por supuesto, seguir escribiendo, como hasta
ahora, el “Diario y Reflexiones de Caza”
y ver si es posible dedicar algún tiempo más a este blog de “josefelixdecaza@com”, un poco olvidado.
Sobre las dos de la tarde es hora de tomarse un pequeño relax y bajar a tomar
unas cervecitas; sólo las suficientes para comer con apetito y echarse una siestecita
en el sofá, hasta las 5 o, ¿por qué no?, las seis. Después se puede seguir con
la “paliza” del ordenador, un rato de
TV para oír las noticias y terminar, sobre las diez de la noche, con otra
bajada al bar, otras cervecitas, subir, tomar un pequeño bocado y hasta el día
siguiente.
Bueno,
todo esto que he desgranado en el párrafo anterior será para cuando no tenga
que hacer nada, porque de entrada se me ocurren muchas cosas: ir al mercado,
hacer de comer, arreglar cosas de la casa y otras cosas, que he de decir, por
supuesto, ya las hacía antes, pero que ahora se verán redobladas.
Por
supuesto quedan más cosas, yo diría que las fundamentales: aquellas
relacionadas con la caza. Ahora podré cazar más a menudo y de forma distinta,
ya no tengo que madrugar los lunes, con lo cual las vueltas se pueden retrasar,
podré ir algún que otro jueves y repetir sábado y domingo sin temor a los madrugares del día siguiente. Le podré dedicar tiempo a la guarnicionería y a
la fabricación artesanal de algún que otro cuchillo. En fin, creo que no me
aburriré.
Bueno,
pues después de transcurrir un mes de jubilado, lo que menos he hecho es el
programa que tenía elaborado; se me han presentado de golpe, sin esperarlo, un
montón de faenas que, supongo, debía tener aparcadas por poco importantes y que
ahora se presentan bajo otro punto de vista: faenas de la casa necesarias sin las que uno se iba apañando, limpieza del trastero, ¡¡uf!!, solo de pensarlo ya
te ocupa, ordenar el despacho tirando papeles que maldita la falta que hacen,
ordenar el disco duro del ordenador, hacer copia de seguridad, etc..etc..
En fin,
que entre unas cosas y otras el mes transcurrido se ha pasado como por arte de
magia; bastante más rápido que si hubiese sido un mes de vacaciones: extraño
pero cierto. Me dispongo a pasar el mes de julio, supongo de la misma forma,
aunque al estar la mujer de vacaciones sí que serán más reales que las
pseudo-vacaciones pasadas.
De momento
no se ha presentado nada para la temporada de descaste del conejo; sólo una
invitación en Marchena para la Virgen de Agosto, ya veremos.
Algo que
me ha apetecido de entrada es volver a deleitarme con la lectura de la trilogía
de D. Miguel Delibes, que tiene a su protagonista, Lorenzo, como cazador, emigrante y al final como
jubilado. No acabo de comprender como siendo una afición, en este caso la caza,
una salida para un jubilado, Miguel Delibes, al que admiré como cazador y sigo
admirando como escritor, retirara de la caza a Lorenzo, el protagonista de sus
diarios, en el momento de su jubilación. Es imposible pensar, por lo menos para
mí, que Lorenzo cuando ejercía de bedel en el Instituto, se soñase por las
noches con las perdices, no durmiera la víspera de una cacería, siguiera con la
caza al emigrar a Chile y disfrutara con la posible adquisición de la famosa “Jabalí”, se retirara de la caza sin más
explicaciones en el momento de su
jubilación.
Que le
pasaría a Delibes por la cabeza. Me consta que él siguió cazando hasta que le
aguantaron las piernas y Lorenzo, el protagonista de sus diarios, en su
jubilación todavía mantenía una buena forma física. Pues nada, Lorenzo el
jubilado se dedica a escribir, aparte de otras cosas, junto con su mujer Anita,
cartas para los concursos de TV, le pone los cuernos a su mujer por
aburrimiento, y acaba como acompañante del personaje D. Tadeo.
Acompaño
uno de los cuadros con que la UEE (Unión Española de Explosivos) adornó uno de
sus muchos y famosos calendarios. Este pertenece al del año 1.958, ya ha
llovido desde entonces, y se titula “Dos
viejos amigos”; me gustaban a rabiar estos calendarios representativos de
escenas de caza. Pertenece este a la pintura figurativa española del
siglo XX y su autor es Jesús Unturbe Tablada (Segovia, 1895-1983), fotógrafo pictorialista segoviano.
Un viejo cazador y su amigo el perro, bien podría estar jubilado, reponiendo
fuerzas despachando el “taco” a base
de “montar el gatillo” como se suele
expresar por Extremadura la acción de comer sujetando el pan con la mano
izquierda, apretando el queso o el embutido con el pulgar y la navaja en la
derecha. Nadie que no haya hecho esta acción sabe el placer que se experimenta. Curioso el cuerno que porta, que podría ser de pólvora para la escopeta de avancarga. Desgraciadamente parece ser que el original de este cuadro se encuentra en paradero
desconocido.
Durante
este mes he vuelto a releer, como dije, no sé cuántas veces ya, los diarios de
Lorenzo, el protagonista, y voy a poner algunas de las citas de los mismos:
- En el “Diario de
un cazador”, ya en el prólogo, M. Delibes hace una dedicatoria muy
especial: “... a mi padre, que me enseño a amar la
caza y que a más de la escopeta, la canana y el morral, aún sube gallardamente
sus ochenta años ladera arriba”. A destacar que Lorenzo se jubila con
sesenta años, anticipadamente, en buena forma física.
- Durante los periodos de veda suspira por la caza y se sueña con ella: 'No veo el momento de que esto termine para
dar gusto al dedo”. “La veda para un cazador
fetén es una penitencia”. “Melecio avisó a mediodía que dejábamos el
bureo. Esto quiere decir que puedo colgar la escopeta hasta agosto. ¡San Pedro,
hasta agosto! Los dedos se me van a oxidar”. “Dice que, en cambio, la perdiz
crió bien este año y que se ven polladas de igualones por todas partes. Cuando
oigo decir estas cosas me entra frío por la espalda. Desde marzo no he
disparado un tiro. ¡Desde marzo. Señor! ¡Se dice pronto!”. “Llevo tres noches
soñando boberías. Me duermo escapado, pero en seguida vienen las pesadillas. Y
todas las noches lo mismo. Sueño que me voy a dormir cuando veo un bando de
perdices apeonando por la alcoba. Me tiro de la cama, agarro la escopeta y
entonces las tías zorras se van bajo la cómoda. Las saco de allí a patadas y
cuando disparo, los tiros salen follones o hacen: «psssst», como si algo se
deshinchara. Otras veces los cañones se doblan como si fueran de chocolate. El
caso es que no pringo nada y las marrajas se largan a la azotea por la rendija
de la puerta y me toman a chirigota. Por las mañanas estoy como amorrongado”. ¿Cómo
es posible, pienso yo, que una persona que suspira y sueña por y con la caza durante la
veda, la olvide por completo en la jubilación?
- En conversaciones con el cura D. Florián, retirado de la caza a causa
del asma y del reuma, le hace reflexionar: “Yo
pienso que el día que me ocurra lo que a él, que el reúma o el asma o la
historia no me dejen salir al campo, me
moriré de asco.” No veo que lo haga como jubilado. Y añade: “Hay que ver, con lo que ha sido este hombre.
Mentira parece. Dice que ésa es la vida y que uno cuando sirve para todo no
piensa en el día que no servirá para nada, y que cuando llega el día en que no
sirve para nada no tarda en acostumbrarse a estar mano sobre mano”.
- La aflicción de Lorenzo es tal que llega a comparar la
escopeta hasta con su madre: “Una madre, como la salud, no se sabe lo que vale hasta que se pierde.
Uno se mete en la rutina de cada día y no ve más allá de sus narices. Eso pasa.
Y uno es tan panoli que sin perder la escopeta sabe que no puede vivir sin la
escopeta, pero sin perder la madre no sabe que la madre representa para él
tanto como la escopeta, y que no puede vivir sin ella”
De igual modo, en “El Diario de un Emigrante” hay citas
que permiten suponer que tanto Lorenzo como su amigo Melecio, a pesar de
decirle que colgaría la escopeta, siguieron disfrutando de la caza en España:
- “Melecio, el hombre, andaba
afectado y me confesó que cuando yo me largue colgará la escopeta, sin más. Iba
a darle en la espalda, pero pensé que sería peor para los dos y sólo le dije:
«No digas disparates”. “Al pasar por Zaragoza, le hice jurar a Melecio por la
Virgen que no colgaría la escopeta. Ya
tiene uno encima bastantes penas
para que vayamos a aumentarlas así, a lo bobo”
- Ya al final del libro, en su regreso, vuelve a soñar con las jornadas de
caza en España: “¡Mentira parece aún!
Bien mirado todavía llego a tiempo de soltar cuatro cohetes a las avefrías”.
“Al huevón del Melecio o mucho me equivoco o nos le tropezamos en Vigo. ¡Anda y
que tampoco va a presumir el mandria de él con el extractor de palanca ni nada!
Lo que yo me digo, que si me le veo en el muelle aguardándonos con la boinilla
en la mano no respondo. Y a saber la jeta de la Doly cuando me ponga la vista
encima”.
Creo que M. Delibes debería
habernos deleitado con otro diario de Lorenzo, de cazador junto con Melecio y
sus otros amigos, antes de escribir “El
Diario de un Jubilado”, y habernos explicado las razones que llevaron a
Lorenzo y Melecio a colgar la escopeta. Hubiéramos tenido un cuarto libro, con
lo cual en vez de trillizos hubieran sido cuatrillizos y porqué no quintillizos
como las hermanas Dionne[1] según
cita del mismo Delibes en el prologo de
“Diario de un Emigrante”. Hubiéramos disfrutado la narración de las
jornadas cinegéticas de Lorenzo y Melecio, con escopetas paralelas mochas,
porqué no una Jabalí o una Sarrasqueta, y perros de muestra de mas vientos y
dóciles que la Doly.
Constituye un interrogante para mí la razón
por la cual Lorenzo cuelga la escopeta una vez jubilado. Lo más curioso es que
también la cuelga su intimo amigo, Melecio. Habría que preguntarle a D. Miguel,
ya fallecido, a ver qué nos contestaba.
Por lo que
a mí respecta, salvo que surjan fuerzas mayores, seguiré con la caza; y como
soy bastante menos remilgoso que D. Miguel, apreciando como él la pureza y
calidad de una buena jornada de caza en mano, disfrutaré de ella durante más
tiempo, ya que a mí no me desagrada un buen puesto de zorzales, tórtolas ó
palomas y, ¿por qué no?, un buen ojeo de perdices, modalidades para las que el
concurso de las piernas se hace menos necesario. Por supuesto, también, de vez
en cuando, una montería entre amigos y conocidos.
[1] Las quintillizas Dionne, nacidas el 28
de mayo de 1934, fueron las primeras quintillizas de las cuales se tenga conocimiento que sobrevivieron a la
infancia. A la fecha,siguen siendo las únicas de sexo femenino
registradas.