¿SON EVITABLES LOS INCENDIOS?
Todos los años por esta
época, último tercio de la primavera y los primeros meses de verano, llegan
irremisiblemente los odiados y temidos incendios.
Este año nos hemos
estrenado con los incendios de la nación vecina, Portugal, y enseguida y antes
de que estos se hubieran extinguido nos ha tocado a nosotros en la provincia de
Huelva. Y no será el último. Ya lo dice el refrán “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, echa las tuyas a remojar”.
Como siempre el refrán no ha servido
para nada y encima como en otras ocasiones, hemos asistido en las inmediaciones
del incendio del t.m. de Mazagón (Huelva), lugar de inicio y más castigado por el
fuego, a autoridades tanto del Gobierno Central, ministros de Agricultura,
Interior y Trabajo, como a las correspondientes del Gobierno Autonómico, en
este caso su Presidenta acompañada por el Consejero de Medio Ambiente y
adláteres. Todo para condenar los posibles actos pirómanos y verificar con su
presencia, todo cara al electorado, que se está contando con todos los medios
humanos y materiales para remediarlo. Una situación de claro fracaso, como la
acaecida, es aprovechada los políticos y la convierten por arte de
birlibirloque en una situación de éxito o victoria. ¡Todos unos artistas!
Todo esto está muy
bien, tenemos medios humanos y materiales en la Junta de Andalucía, no sé si
suficientes y adecuados pero cuando llega el momento, y se produce el temido
incendio, se despliegan en cantidad para que por lo menos en los medios de
comunicación se vean a los bomberos con sus uniformes amarillos y protegidos
por cascos así como la maquinaria aérea, aviones y helicópteros, y terrestre,
buldócer, camiones con cubas y motobombas, etc. Otra cosa es que sean efectivos
al cien por cien. No es nada fácil controlar un incendio, mucho menos apagarlo.
Tengo ya una edad,
setenta años, y conocimientos de campo suficientes para constatar que cuando se
produce un incendio, en las condiciones que se encuentran nuestros montes en la
actualidad y salvo que se acuda a sofocarlo con prontitud, las acciones a
llevar a cabo para sofocarlo son poco exitosas. Hay que acudir a las zonas
preparadas al efecto durante el invierno, los denominados contrafuegos, para
desde ellos intentar sofocarlos o por lo menos prevenir para que el incendio no
se propague a la otra parte. Lo que se conoce cómo perimetrarlo. Pero dichos
cortafuegos brillan por su ausencia.
La mayoría de nuestros
montes cumplen todas las condiciones necesarias para que cuando se produzca un
incendio, sea natural o provocado, por poco que las condiciones climáticas
acompañen, sea calor y viento, este se propague de la forma más rápida y
virulenta posible.
Estas condiciones
negativas, aparte del clima, intrínsecas en nuestros montes, son dos: la
cobertura vegetal a nivel del suelo formado por plantas herbáceas y arbustivas
y la correspondiente arbórea. La primera, seca después de pasado el periodo
primaveral, es un combustible perfecto para que el incendio se propague a la
masa arbórea. Se suelen achacar los riesgos de incendios a una primavera escasa
de agua, como la habida este año. Esta sequia influye sobre todo en el estado
de la arboleda, la cual debido a la falta de humedad en el subsuelo se torna
seca y proclive a quemarse, incluso, sin que la rocen las llamas, solo dándole
el humo caliente. Por el contrario, si la primavera ha sido lluviosa la masa
vegetal a nivel del suelo se produce en mucha más cantidad, con lo que el
combustible, en caso de incendio, se incrementa y la masa arbórea, aunque esté
menos reseca, también se quema. En cualquier caso, tanto si los árboles están
resecos por falta de lluvias, como si la cobertura vegetal del suelo es grande
por abundancia de las mismas, los riesgos son parecidos. Está claro por tanto,
que para luchar contra los incendios hay que disminuir esa cobertura vegetal,
limpiando el monte con aprovechamiento ganadero, manualmente o con maquinaria y
sustituyendo la masa arbórea por otra más resistente al fuego.
Vemos pues que la forma
de luchar contra un incendio debe ir en dos direcciones: una dirigida a la
prevención y la otra a disponer de medios que posibiliten que cuando este se
produzca sea extinguido de la forma mejor y más rápida. Claro que una tercera
dirección debería ser la de castigar a los posibles culpables de los incendios,
pero ese análisis lo dejo para los juristas.
Pues bien, todo el
esfuerzo hecho por la Administración Pública se dirige casi exclusivamente en
la segunda dirección: la extinción de un fuego ya producido. Y eso que junto con Portugal tenemos una gran
superficie de nuestros montes cubiertos por una masa arbórea que es altamente
propensa a incendiarse: pinos y eucaliptus. El mayor, por no decir único,
presupuesto se destina en los planes contra incendio de cara a la época de
verano. Para colmo, el presupuesto de 2.016 de la Junta de Andalucía para
desbroce y limpieza de montes en el invierno no se ha cumplido. Parece ser, no
quiero ser mal pensado, que los políticos lo que quieren es “actuar”, en realidad son actores y no
gestores, en los medios de comunicación, radio, TV y prensa, luchando por
solucionar las catástrofes, sean de la índole que sea, entre ellas los
incendios, una vez producidas. Claro,
las labores de prevención, por ser silenciosas, son totalmente inútiles cara al
electorado, el cual se deja seducir por las actuaciones rimbombantes y
mentirosas del político de turno. Algunas veces pienso si a ciertos dirigentes
les queda tiempo para gestionar las misiones que tienen encomendadas después de
las numerosas y tediosas apariciones en los medios de comunicación. Algunos
sólo sirven para eso, son estupendos actores pero gestores pésimos. Deberíamos
fijarnos más a la hora de votar en las gestiones realizadas y no en las
actuaciones y promesas imposibles de cumplir.
Las administraciones
deberían poner más énfasis en la prevención que en la extinción. Esta pasaría
por realizar una política forestal a nivel nacional y a medio y largo plazo, con
el consenso de la mayoría de los partidos políticos y el compromiso de su
cumplimiento por el gobierno de turno. Un árbol no se siembra y crece en el
tiempo que dura un partido en el gobierno; hay que darle tiempo a crecer. No se
siembra una bellota para que uno disfrute de una encina, alcornoque o lo que
sea, se siembra para que lo hagan nuestros hijos, nietos y demás descendencia.
Hemos vistos en los dos
fuegos producidos en estos días, en Portugal y Huelva, a pesar de ser zonas
orográficas totalmente distintas, una montañosa y otra totalmente llana, dos
cosa totalmente similares: en Portugal carreteras interurbanas, pueblos enteros
y viviendas rurales totalmente copadas por la vegetación, que a la postre han
servido de ratoneras que han causado el mayor de los desastres, la pérdida de
vidas humanas, más de 72 personas, casi nada. Igualmente en Huelva el fuego ha
llegado a las inmediaciones de hoteles y campings, uno de ellos totalmente
quemado, y no hay que lamentar pérdidas de vidas debido a lo plano del terreno
y a la proximidad de la población hacia el mar.
Al más tonto de los
mortales, después de estos dos incendios, lo primero que se le ocurriría sería
aislar carreteras y zonas de residencia de la vegetación susceptible de
quemarse, eliminando esta a una distancia prudencial. De la misma manera, a
nadie se le ocurriría construirse un chalet adosado a una gasolinera o depósito
de gas y sin embargo existen viviendas totalmente embutidas dentro de la
vegetación, entre pinos y eucaliptus. Hay
que tener en cuenta que los pinos son árboles muy combustibles debido al
contenido en resina de la madera y que las piñas al quemarse, debido a su
constitución, explosionan y salen disparadas a más de cincuenta metros, siendo
causa de la propagación de incendios a pesar de existencia de contrafuegos de
anchura no suficiente. He visto personalmente como las piñas quemadas volaban
atravesando una carretera y propagando el fuego.
Ahora se le presenta
una ocasión que ni pintada a la Junta de Andalucía para luchar contra los
incendios: la reconversión total de la zona quemada. No decir sólo que no se
recalificará urbanísticamente ningún m2 del terreno quemado, algo
hueco e innecesario ya que está prohibido por Ley, sino señalar y llevar a cabo
las actuaciones a llevar a cabo culturalmente en dichos terrenos: una
repoblación forestal adecuada a base de las plantas más resistentes al fuego, fundamentalmente
encinas y alcornoques, y una infraestructura del terreno que permita hacer
acotaciones y perimetrado del mismo una vez declarado el incendio. Y por
supuesto el desbroce y limpieza del terreno en el invierno.
Yo recuerdo de mis
tiempos jóvenes la existencia de incendios al acabarse la primavera y comienzos
del verano, quizás bastante más numerosos que ahora. No había planes contra
incendios, no había bomberos, no había aviones ni helicópteros, los vehículos
de transporte eran mínimos, pero siempre eran atajados con prontitud de forma que
la superficie quemada era mínima, nunca solía pasar de una cifra de dos o tres
dígitos. Había algo que no existe ahora en la actualidad: gentes en el campo,
hechas a las faenas duras, conocedores del entorno, que avisaban de los
incendios y que se ponían, de forma totalmente desinteresada y voluntaria, a la
labor de su extinción de forma inmediata. Sólo usaban herramientas manuales y ramas de
montes para apagar las llamas a porrazo limpio. En caso necesario se acudía al
pueblo, las campanas de la iglesia tocaban a rebato y las gentes en masa acudían
a sofocarlo. Además, muy importante, el campo estaba mucho más limpio de ese
combustible que recubre el suelo tanto por los aprovechamientos ganaderos como
por sus aprovechamientos para calentarse en el invierno, al tener que usar la
leña como combustible industrial y doméstico.
Por el contrario, ogaño
hay bastantes menos fuegos que antaño y sin embargo las extensiones de tierra
quemadas son inmensamente mayores. No hay gente en el campo, los desempleados
de los pueblos, cada vez más, no están dispuestos a acudir por no querer o no
poder, los campos y montes cada vez están más sucios, no hay acceso a ellos con
facilidad y aunque los medios sean mayores, los resultados son que una vez
declarado un incendio tarda en accederse, este se propaga con más facilidad que
antes debido a la chasca y mierda del monte, llegó la democracia mal llevada y
el famoso dicho “cuando el monte se quema
algo suyo se quema Sr. Conde”, aparecieron legiones de “ecologistas” y entre unas cosas y otras la superficie quemada se ha
subido a cifras de cuatro y hasta cinco dígitos. No olvidemos en el año 2.004
el fuego en las provincias de Sevilla y Huelva, con resultado de dos muertes y
afectando en la comarca minera de Rio Tinto a más de 40.000,00 ha. En el 2.012
se quemaron 10.000,00 ha. en Málaga, en 2.016, 2.000,00 ha. en Castillo de las
Guardas (Sevilla), por citar algunos. En este de Moguer (Huelva) se habla de
entre 10.000,00 y 20.000,00 ha.
¿Qué ha hecho o que
hará la Administración Pública en esos terrenos quemados? ¡NADA! ¿Se ha
castigado a los causantes del fuego con resultado de muertes? ¡NO! ¿Se ha hecho
un programa de reforestación forestal en los terrenos quemados? ¡NO! En la
mayoría de los casos se espera a la regeneración natural del monte
mediterráneo, el cual lo aguanta todo. ¿Se ha revisado la infraestructura del
terreno para aprovechar carreteras y caminos con contrafuegos? ¡NO! ¿Se hacen
contrafuegos dentro del monte? ¡NO! ¿Se mantienen durante el invierno a las
brigadas anti-fuegos operativas? ¡NO! ¿Se usa la maquinaria terrestre
anti-incendios en el invierno? ¡NO! ¿Se limpian los montes en el invierno? ¡NO!
¿Se limpian los laterales de caminos y carreteras? ¡NO! ¿Se fomenta el
aprovechamiento ganadero para frenar el crecimiento de la cobertura vegetal del
suelo? ¡NO! ¿Están los bomberos suficientemente formados y entrenados? ¡NO! Por
el contrario ¿se obliga a los propietarios de fincas privadas a hacer los
cortafuegos correspondientes junto a carreteras y caminos? ¡SI! ¿Se contrata
personal para el verano? ¡SI! ¿Se adquiere maquinaria terrestre y aérea para
usar en el verano? ¡SI! Y por supuesto, ¿se dejan ver los políticos para
condenar a los pirómanos y “decir” las
medidas a tomar en pleno incendio en los medios de comunicación? ¡SI! Por
último ¿nos dejamos los votantes engañar por lo que dicen esos políticos
respecto a incendios y más cosas en los medios de comunicación? ¡SI! Todas estas respuestas afirmativas van
encaminadas para cuando llega la catástrofe, el incendio, hacerse la foto en
presencia de multitudes. La solución a
las respuestas anteriores, las negativas, no son electoralmente rentables. ¿Hasta
cuándo durará esta situación? Creo que va para largo.