sábado, 26 de marzo de 2011

El tema de los descastes

Según el diccionario de la RAE, el término descastar significa Exterminar una casta de animales, generalmente dañina”.

El descaste llevado a cabo en la caza no concuerda con esta definición, ya que el descaste no se hace para “exterminar”, salvo raras excepciones, sino para disminuir una población que, por  las circunstancias que sean, se incrementa de forma notable y ocasiona inconvenientes a la caza, por lo general daños.
Existe un hecho que es indiscutible: debido a los usos a los que se destina últimamente el campo, abandono de la agricultura, desaparición de la ganadería extensiva (no competencia, enfermedades superadas….), falta de limpieza en el monte, escasez de depredadores, dedicación de fincas a uso exclusivos cinegéticos, etc., etc.,. la proliferación de la caza ha ido en continuo aumento. Y me refiero a la caza en general: mayor y menor. Si esta última, la menor, no prolifera como la mayor, se debe a la presión cinegética, a las enfermedades específicas, v.s. V.H.S. y mixomatosis y a la competencia generada de la mayor sobre la menor. Puede, creo que sin ningún género de dudas, que el aumento de la caza mayor, especialmente las ciervas, es debido a una circunstancia fundamental: el dimorfismo sexual (*) que presentan las especies de caza. Si nos molestamos en buscar en un diccionario enciclopédico la frase “dimorfismo sexual” nos encontraremos que aparte de la definición, en la mayoría de las ocasiones nos hacen una demostración con una pareja de animales, y, ¡que casualidad!,  siempre nos ponen una pareja de ciervos. La de la imagen está tomada de la enciclopedia Wikipedia. En las demás especies de caza, aunque existan diferencias entre machos y hembras, algunas veces evidentes, es muy difícil que un cazador advierta si una perdiz, una liebre, un conejo o incluso un jabalí, es macho o hembra en el momento de arrancarse. Las limitaciones a la caza de estos animales se imponen sólo para aquellos animales que no son adultos, o total  cuando la escasez de los mismos lo aconseja conveniente. Incluso hay una especie, el jabalí, que tiene muy pocas limitaciones, sólo la hembra seguida de la cría, debido a dos razones principales: su gran prolificidad y su carácter dañino.
El ensayo de José Ortega y Gasset titulado “Sobre la caza”, que  sirve de prólogo a “Veinte años de caza mayor”,  escrito por el conde de Yebes (Madrid, Espasa-Calpe, 1943), por cierto editado últimamente como libro (**),  consta de una parte, de las diez que tiene,  titulada  "La mismidad de la caza", donde  dice  que para que exista caza se tienen que reunir unos requisitos:

>Existencia de dos animales: el cazador y el cazado
>Diferencia vital entre los dos, pero no absoluta
>Posibilidad de escape por parte del cazado, lo que trae consigo la posibilidad de quedarse “bolo” por parte del cazador.
>En el caso del hombre, este se somete a las reglas de la naturaleza: da posibilidades de escape a la pieza, limita y regula su poder destructor, se esfuerza en asegurar la vida de las especies y su propio juego.
>Si el hombre desea cazar no tiene más remedio que dar concesiones al animal. Caso contrario no sería caza. Hay una libérrima renuncia a su supremacía. Imita a la Naturaleza, es decir por su gusto retrocede y se reintroduce en ella, con lo que la caza se convierte en deporte, en placer.

Se puede decir que este ensayo sobre la caza ha sentado “ex cátedra” sobre todos los tratados cinegéticos en España y fuera de España, y si  nos fijamos en el, observamos que no habla para nada sobre el sexo de la pieza cazada.
Creo que a lo largo del tiempo y debido al carácter poligámico de la mayoría de las especies de caza, exceptuando las aves, se le ha dado una importancia excesiva a la conservación de las hembras.
Sería interesante hacer un muestreo sobre las hembras procedentes de descastes respecto a su situación de preñez. Este año en Monesterio ha habido suficientes descastes como para que el nº de ciervas fuese más que representativo. Sólo contando cuatro cotos, “El Moro Alto”, “La Habana”, “El Castillo” y “Los Endrinales, las tres primeras colindantes, se han matado mas de 350 hembras. No tengo datos sobre ellas, pero en las dos ocasiones que he asistido, “La Habana” y “El Castillo”, me acerqué al desolladero y nunca oí comentarios sobre ciervas preñadas. No así de jabalíes, ya que un porcentaje alto de las hembras adultas estaban preñadas. La situación puede ser explicable: exceso de hembras respecto a machos y estos no dan abasto en las cubriciones, con lo cual se producen dos situaciones desfavorables: muchas hembras se quedan vacías y las que se preñan lo son por venados de poca entidad, con lo cual la población va en regresión en cuanto a la calidad del ganado.
Respecto a la densidad de hembras sólo puedo hablar respecto a lo que yo he visto: en “El Castillo” no solo no vi ninguna, sino que ni siquiera disparé y, en consecuencia, cuando vi las “pepas” en el desolladero, me pareció una matanza mas que una cacería; en “El Berrocal” vi tres y las maté, y quizás por esta razón, y por que nos llevamos una, ya no me pareció tanta carnicería; por último, en “La Habana” vi tal cantidad de ciervas, fueron dos horas pasando solas o en manada, que imaginé claramente el daño que causaban y la necesidad de bajar la densidad.
Una de las razones que pueden haber influido en este aumento de hembras puede ser la siguiente: está demostrado que las ciervas aprovechan mejor el alimento que los machos (***), por lo que tienen una cierta ventaja competitiva a la hora de alimentarse. Por esta razón las hembras entran en competencia con los machos por los mejores pastos y los ciervos deben acudir a sitios donde la comida es de peor calidad. En consecuencia, si no tenemos recursos alimenticios en cantidad suficiente, las hembras deben estar en su límite justo. Claro, que si queremos tener mas venados necesitaremos más ciervas, pero siempre a costa de rascarse el bolsillo suplementado con alimentos artificiales, vamos, con piensos.
Por supuesto que otra razón poderosa que incrementa la densidad de las hembras, es perdonarles la vida año tras año y en paralelo matar todo bicho viviente que lleve en la cabeza unos cuernos adornados por luchaderas,  por pequeñas que sean estas. Al final pasa lo que pasa y es que llevamos unos cuantos años sin ver venados de tercera cabeza en una junta de carnes. Son todos de segundo año como mucho y encima malos.
En estas fincas abiertas, donde la alimentación supletoria puede no ser rentable, si queremos grandes cuernas debe ser con las ciervas justitas y claro, matándose uno o dos venados por montería, como antiguamente.
Claro, que los cazadores, en particular los de la Sociedad Local, dedicada fundamentalmente a la caza menor, nos hemos visto beneficiados por esa densidad alta en los cotos de caza mayor. Esto ha sido debido a que la alta densidad de estos cotos obliga a las reses a abandonarlos por haberse quedado chico el “nicho ecológico”, con lo cual,  la presencia de venados en las otras fincas ha ido también en aumento.
Teniendo en cuenta lo anterior, los descastes ocasionan un claro beneficio a las organizaciones de cotos de caza mayor: el mas inmediato es la rentabilidad a corto plazo por la venta de la carne, este año parece ser que ha subido, en segundo lugar eliminan reses de una zona que ya estaba bastante saturada y por añadidura, aquellas reses que se vieron obligadas a abandonar el recinto pueden llegar a estar en situación de volver a lugares mas óptimos. Esta última cuestión constituye un claro perjuicio, creo que claro, a estas últimas fincas, caso de las correspondientes a la Sociedad Local.
Pero claro, la situación es la siguiente: en esta clase de terrenos, totalmente abiertos, la planificación cinegética se puede considerar bastante escasa. Se sabe que hay muchas hembras y que los machos que se matan en las monterías, son cada vez menos y peores. Pero, y esta es la madre del borrego, ¿quién de los encargados de estas fincas sabe con seguridad el número de hembras a descastar? ¿Se seguirán permitiendo los descastes en años siguientes? ¿Se sabrá cuando hay que parar? Si nos pasamos en los descastes, tardaremos mas en tener hembras reproductoras y consecuentemente suficientes machos dignos de una montería. Puede ser que en caso de colarnos nos llevemos unos cuantos años sin ver cacería.
Pero no le echemos la culpa nada más que a las organizaciones de caza. Mucha culpa de la enorme densidad de hembras que hay en Monesterio la tiene la Administración Publica. Me consta que hace años que las organizaciones están pidiendo realizar descastes en los cotos y la Administración los denegaba reiteradamente. Este año, temporada 2010/20111, se han autorizado todas las peticiones de descaste, sin límite, y en consecuencia las matanzas que se han visto nos han parecido desproporcionadas. Espero que en adelante, después de estudios serios, se autoricen los descastes con limitaciones en los puestos autorizados y con limite de piezas.
Otra cuestión es que cuando se realiza un descaste hay que seguir un criterio: ¿las mas grandes?, ¿las mas pequeñas?, ¿las que presentan anormalidades?, ¿las enfermas? ¿Estamos los cazadores preparados para distinguir una cría hembra de una cría macho, una primala de una adulta, una vieja de una joven, una enferma de una sana,  una deforme de otra en forma? Sinceramente creo que no, ¡si hay quien no distingue un venado de un horquillón! Que yo sepa, sólo conocemos un criterio claro: “no se tiren ciervas que lleven recolguín, el único. ¿Sabemos los cazadores que una res susceptible de ser descastada pudiera ser una cría? ¿Sabemos que existen crías que debido a su periodo de nacimiento, más tardío, son poco viables?
Creo que al final llegaremos a lo ideal de la caza para que se pueda denominar “caza”: su escasez.
Las conclusiones son claras:
>Hay fincas con exceso de hembras, por lo que procede el descaste
>Hay que eliminar las que sobran, pero ¿Cuáles? ¿Cuántas? ¿Quiénes?
>El descaste debe ser proporcionado, y por tanto debería hacerse por personal con experiencia y responsable. ¿Podrían ser los monteros? ¿Por qué no?
>Si queremos tener venados buenos hay que suplementar la alimentación en épocas de escasez
>La administración debe estar atenta a la situación de los cotos de caza, para decidir en el momento oportuno
>La situación a la que hemos llegado, superabundancia, obliga a que los descastes se hagan en batidas
>Pero una vez alcanzada la densidad estimada como idónea, los descastes se deberían hacer recechando por personal especializado o por cazadores dirigidos. Claro que si se hace en las monterías, con sus correspondientes limitaciones, los cazadores tendremos más aliciente por asistir.



* El dimorfismo sexual es definido como las variaciones en la fisonomía externa, como forma, coloración o tamaño, entre machos y hembras de una misma especie. Se presenta en la mayoría de las especies, en mayor o menor grado.
** Es este un libro que sería imprescindible se lo leyeran todos los cazadores: “Sobre la caza”, de José Ortega y Gasset, prólogo de Santiago Muñoz Machado. Edición 2.008 de la Fundación José Ortega y Gasset y la Fundación Amigos de Fuentetaja. *** Parece claro que las necesidades alimenticias de un macho son mayores que las de una hembra, tanto en cantidad, por su peso, y en calidad, por el aporte de proteínas, minerales y vitaminas que necesitan para el desarrollo de las cuernas.

1 comentario: