Estuve el año pasado, 25 de Noviembre, en una batida de jabalíes en la Reserva Andaluza de Caza “Serranía de Ronda”, patrocinada por la Junta de Andalucía, y “como en todas las casa cuecen habas y en la mía a calderadas”, la armada que me tocó en suerte, no cumplió, entre otras cosas y siempre a mi modo de ver, con dos requisitos fundamentales: buena definición de las posturas en el terreno y fáciles de poner. En aquella ocasión no estaban ni lo uno ni lo otro y como consecuencia la armada se tardó en colocar un excesivo tiempo al ser los puestos, algunos, de muy difícil acceso.
Claro, que aparte de definir el lugar de los puestos y poder llegar hasta ellos con relativa facilidad, deben cumplir con otros requisitos también fundamentales. Me refiero a la seguridad, ante todo, y por supuesto a la igualdad de oportunidades, en el sentido de que todos los puestos tengan las mismas oportunidades de tirar, por lo menos en teoría.
Viene esto a cuento de dos casos que me han ocurrido nada mas empezar la temporada. No es que sean raros, al contrario, suelen ser bastante comunes, pero estos dos son bastante ejemplarizantes.
Creo que no es necesario acudir a los libros de monterías célebres, a tratados famosos de cacerías o artículos científicos de las revistas del ramo para aprender a montar una armada de montería. Sólo es necesario entender y conocer algo de campo, un poco mas de caza, bastante mas de lo que significa un proyectil salido del ánima de un rifle y algo fundamental y de lo que se suele carecer muy a menudo: “sentido común”.
El primero de los casos a que me refiero ocurrió el día 13 de Octubre, montería de la Víbora, t.m. de Monesterio. Me tocó en suerte el puesto nº 2 de la armada “Cerca del Cañito”. Esta armada se colocó conjuntamente y a continuación de otra denominada “Los Alamillos”. Tanto una como otra tenían de base un camino de la finca y todos los puestos, de ambas, se colocaron en el mismo camino.
En el croquis que se adjunta se pueden ver en línea azul la armada “Los Alamillos”, segmento “A-B-C”, y a continuación la armada “Cerca del Cañito”, que empieza en el nº “1” y acaba en el “6”.
Todos los puestos, tanto de una como de otra armada se colocaron, como dije, en el mismo camino y por lo tanto con una tremenda facilidad por parte del postor, caravana de coches, casi sin necesidad de bajarse del vehículo, con lo cual el “chanteo” estaba servido. Todo el mundo con coche y aparcarlo donde pueda y le de Dios a entender. He de notar que esta finca es muy abierta y, especialmente en estas armadas, la presencia de manchas de monte cerrado prácticamente nula, a excepción de la posible maleza de algún que otro arroyo. Quiero decir con esto, que el sacar algún que otro puesto del camino hubiera sido de lo más fácil del mundo. Como mucho, bajarse del coche e indicarle al montero la situación de su puesto.
¡Pero no! Se sigue la ley del mínimo esfuerzo, sin pensar en las consecuencias ni en la posible satisfacción de un montero, el cual antes del sorteo ha tenido que apoquinar más o menos dinero. Y que no me digan que en las monterías de “medio pelo”, como esta, accesibles para los económicamente más débiles, no se pueden guardar unas mínimas reglas.
No sé si los puestos de la armada “Los Alamillos” hubieran sido susceptibles de colocarlos en otra disposición, pero de lo que no cabe duda, la más mínima duda, es de la posible mejoría de la correspondiente a la armada “Cerca del Cañito”.
Y como una “imagen vale más que mil palabras”, me remito al croquis donde se disponen las armadas y especialmente los puestos de la segunda. La mancha a batir es a la izquierda de las líneas de las armadas. El primer puesto de la primera se sitúa en el punto “A” y los primeros de la segunda, 1, 2, 3 y 4, en una curva, ¡dentro del camino!, formando una especie de “saco”. Pero aún hay más, este “saco” se sitúa exactamente en el rincón formado por una cerca, de ahí el nombre de la armada, señalada en el croquis por una línea de puntos, formada por una pared con caballete de hormigón a 1,30 metros de altura y piquetes con tres alambres a medio metro más de alto. Esto significa, que la res que entre en este “saco” debe estar preparada y dispuesta a saltar una barrera de cerca de dos metros. Para más dificultad de acceso, la pendiente aumenta en el sentido del “posible salto”. Por supuesto que de inmediato queda totalmente descartada la posibilidad de que entre un guarro y muy difícil un venado. Todo esto en el supuesto de si a alguna res despistada, mas bien “agilipollada”, le diera por entra en el “saco” y pudiera atravesar indemne la barrera de las escopetas situadas en los puntos C, 1, 3, 4 y 5.
Bueno, pues Vds. se preguntarán que ¿Quién fue el “afortunado” montero “agraciado” con el nº 2 de la armada “Cerca del Cañito”?. Pues ni más ni menos que el desgraciado que suscribe este artículo. A las 10½ ya estaba en el puesto y no tardé más de diez minutos en componer el campo y percatarme que me quedaban por los menos 3 ó 4 horas de hacer el “canelo” o más bien el “gilipollas”. No hace falta ser muy erudito para comprobar que el puesto nº 2 no debería tirar, so pena de molestar y poner en peligro los puestos adyacentes, hacia la mancha y debe conformarse con disparar sobre algo que haya sido capaz de pasar barreras humanas y artificiales. Me pasé todo el tiempo en una contemplación bucólica oyendo el golpeteo en el suelo causado por la caída temprana de las bellotas a consecuencia del “jodido veranillo del membrillo”. Pero como no hay mala situación que no sea susceptible de empeorar, sobre las 11 ½ viene a ocurrir otro suceso destacado: el montero del puesto nº 1 debió creer que el lugar donde había dejado su coche, en un principio, podría causarle algún posible “chanteo” y, ni corto ni perezoso se levanta del puesto, se encamina a su coche y lo aparca en el mismo camino, entre su puesto y el mío, ¡manda güevos! Pero claro, después de lo visto tampoco me voy a molestar.
Qué fácil hubiera sido haber adoptado la solución que se ve en el croquis, uniendo las dos armadas con la línea recta “C-5” y posiblemente también A-B (Ver línea de puntos). Pero claro, puede que se hubieran perdido dos puestos y ¡la pela es la pela!
Lo más curioso del caso es que uno se resigna, sabiendo que se ha puesto voluntariamente en manos del organizador de la cacería y se conforma pensando que un fallo, aunque sea tan evidente, lo comete cualquiera. No obstante la conformidad, cuando llego a la junta y veo al encargado de la organización, y como todo el mundo tiene derecho al pataleo, le expongo un poco las quejas:
- ¡Joder Jose! Me ha tocado un puesto absurdo, imposible para tirar y bastante peligroso. El nº 2 de la armada “Cerca del Cañito”, le digo.
- Ese puesto lo conozco, me contesta. Y como extrañándose de lo que le digo, sigue diciendo:
- Hace dos años estuve en él y maté tres venados.
En fin, cuando las gentes no quieren escuchar y estar dispuestas a corregir errores es mejor cortar el diálogo. Toda empresa debería querer mejorar su gestión y ¿qué mejor manera que consultando las sugerencias de sus clientes? Pues no señor, la realidad es tozuda y demuestra todo lo contrario.
El segundo caso ocurrió el día 20 de Octubre, sólo una semana después: montería en el término municipal de Almadén de la Plata, mancha Pajares-Prestín. Ya de entrada nos dijeron que el sorteo se hacia el día antes y nos endiñaron una papeleta con el puesto nº 5 de una armada denominada “Esparragoso”. De entrada se armó un lío con el postor, el cual resultó que estaba enfermo y no podía asistir. Su lugar lo ocupó alguien que por la pinta tenía de todo menos cazador.
De la misma forma que en el caso anterior, procederé a dar las explicaciones a la vista del croquis de la montería.
Se desarrolla la misma, como dije mas arriba, en el término municipal de “Almadén de la Plata”. Concretamente, la mancha a batir se sitúa en el extremo Sur-Oeste de este término municipal, “Cortijo del Prestín” y parte de la “Loma del Esparrogoso”. En el Oeste se ve el límite entre Almadén y El Ronquillo, formado por el río Rivera del Cala y al sur el límite entre Almadén y Castilblanco de los Arroyos, que lo forma el arroyo del Esparragoso y la malla cinegética de la finca colindante, precisamente hasta que comienza la armada. A la altura del nº 2, la armada se aleja hacia la izquierda del arroyo y el límite del término municipal hacia la derecha, al igual que la malla cinegética, que sigue el límite. Por ello el espacio de la armada entre el nº 1 y el 2, o sea el principio, no tiene a su espalda impedimento de malla cinegética. Claro que de todo esto se percata uno después de haber recorrido el barranco hasta llegar al nº 6, con el peligro consiguiente, ver la malla cinegética y observar el croquis que se adjunta.
No se cubren los puestos 1, 2 y 6 y el postor nos indica de forma autoritaria que cada uno se tiene que colocar en su puesto y que declina toda responsabilidad.
El segundo caso ocurrió el día 20 de Octubre, sólo una semana después: montería en el término municipal de Almadén de la Plata, mancha "Pajares-Prestín". Ya de entrada nos dijeron que el sorteo se hacia el día antes y nos endiñaron una papeleta con el puesto nº 5 de una armada denominada “Esparragoso”. De entrada se armó un lío con el postor, el cual resultó que estaba enfermo y no podía asistir. Su lugar lo ocupó alguien que por la pinta tenía de todo menos cazador.
De la misma forma que en el caso anterior, procederé a dar las explicaciones a la vista del croquis de la montería.
Se desarrolla la misma, como dije mas arriba, en el término municipal de “Almadén de la Plata”. Concretamente, la mancha a batir se sitúa en el extremo Sur-Oeste de este término municipal, “Cortijo del Prestín” y parte de la “Loma del Esparrogoso”. En el Oeste se ve el límite entre Almadén y El Ronquillo, formado por el río Rivera del Cala y al sur el límite entre Almadén y Castilblanco de los Arroyos, que lo forma el arroyo del Esparragoso y la malla cinegética de la finca colindante, precisamente hasta que comienza la armada. A la altura del nº 2, la armada se aleja hacia el norte, ya fuera del arroyo y de la malla cinegética. Por ello el espacio de la armada entre el nº 1 y el 2, o sea el principio, no tiene a su espalda impedimento de ni de malla, ni de arroyo. Claro que de todo esto se percata uno después de haber recorrido el barranco hasta llegar al nº 6, con el peligro consiguiente, ver la malla cinegética y observar el croquis que se adjunta.
No se cubren los puestos 1, 2 y 6 y el postor nos indica de forma autoritaria que cada uno se tiene que colocar en su puesto y que declina toda responsabilidad.
Poco a poco compongo mi puesto y los restantes de la armada. Del nº 1 al 4 forman un cateto de lo que puede ser un triángulo rectángulo y a partir del nº 4 hasta el 8 el otro cateto. A espalda de los puestos se encuentra una malla cinegética con acceso en pendiente ascendente desde la zona a batir. Enseguida comienzo a darme cuenta que es muy difícil que una res intente romper de frente, por la línea que forma la armada: tendría que salvar una pendiente acusada para al final encontrarse con la malla, con lo que saltarla resultaría muy difícil, por no decir imposible. Sólo queda la posibilidad de que se corra una res de izquierda a derecha, cuesta arriba, o al revés, de derecha a izquierda, cuesta abajo, dependiendo de como batan las rehalas. En el primero de los casos, cuando la res llegue a mi altura, ya vendrá tiroteada por los puestos de mi izquierda y en el segundo por los de mi derecha. El problema se resuelve sobre las 11 ½, los batidores han empezado a batir de derecha a izquierda, pendiente descendente. Es indudable que las reses en cuanto suenen las rehalas comenzarán a salirse cuesta abajo y no creo que a ninguna se le ocurra venir a nuestro encuentro dispuesta a saltar la barrera de la barranca y la malla cinegética. Efectivamente, enseguida comienzan a sonar disparos en las armadas por donde, consecuentemente, intentan escaparse las reses: cierres por el Norte y Oeste de la mancha.
Desde que me dí cuenta que el puesto no ofrecía ninguna posibilidad comenzó a pasar por mi cabeza cómo sería el regreso hasta los coches. Algo estaba seguro: tenía que buscar un camino distinto al utilizado para la ida, no estaba dispuesto a caerme en el barranco y romperme la crisma, ya está uno mayorcito para estas cosas. Sólo cabía una alternativa: huir del barranco y subir alejado de el a través del monte, otro modo no había. O el desfiladero peligroso ó romper monte cual jabalí huido. Indudablemente mi preocupación por el resultado del regreso estaba más que justificada.
Al llegar arriba a los coches, después de un esfuerzo nada desdeñable, empapado en sudor, jadeante pero contento por haber llegado sin incidentes, pregunto al montero nº 4 de la armada:
- ¡Por casualidad! ¿Es Vd. perteneciente a la sociedad?
- No, yo no soy socio.
Repito la misma pregunta al resto de los monteros: nº 3, 7 y 8. La respuesta es significativa y siempre la misma:
- No, yo no soy socio.
El nº 3 añade algo:
- Pues entre las puertas 1 y 2 se ha pasado un guarro.
Cualquier persona, medianamente inteligente, podría haber comprendido o por lo menos intuido, con la única condición de que conociera el terreno, que el principio de la armada, puestos nº 1 y 2, podría constituir una posible fuga de las reses al principio del comienzo de la batida. Eso si no tienen experiencias de otros años. Efectivamente, el montero nº 3 vio como se escurrió un cochino nada mas comenzar las rehalas a batir, indicado con una flecha amarilla. Esto le supuso salir de la batida sin apenas esfuerzo y encima pasar una línea de escopetas “sin escopetas”. Por otra parte, igualmente se podía averiguar, con extrema facilidad, el comportamiento del resto de las reses. Una vez se igualaron las rehalas y abarcaron la mancha en toda su anchura, las bichos que pudiera haber en la misma ¿para donde podrían huir? ¿Hacia atrás, al igual que el cochino? ¡No!, porque ello supondría dos inconvenientes: primero correr cuesta arriba y segundo cruzar la línea de podencos y podenqueros, lo que hubiera supuesto un enfrentamiento. ¿Hacia la izquierda y cruzar el arroyo “Esparragoso”? ¡Ni hablar del peluquín! ¿A que res se le ocurriría saltar un barranco, casi un desfiladero, para enfrentarse a un terraplén con pendiente acusada y tener que cruzar, antes del final de la pendiente, una malla cinegética? Sólo a un suicida, no a alguien con sentido común y conocedor del terreno. Puede que los animales no tengan sentido común, pero ya quisieran algunos humanos tener su instinto, y por supuesto si hay alguien que conozca el terreno ¿Quién va a ser? Sólo quedaba otra alternativa: huir de las rehalas y encima en el sentido más fácil, cuesta abajo. De esta manera la mayor parte de los animales cumplieron en las armadas situadas al Norte y Oeste y ninguno a la situada al Sur, como era el “Esparragoso”, la armada destinada a los incautos.
No digo que no se ponga esta armada y se elimine dela montería, al fin y al cabo el terreno se ha de cubrir todo, pero no se puede dar el “jiede” a los que no podemos acudir al sorteo. No suelo presuponer mala fe por arte de los organizadores, pero hay veces que……….
En definitiva, acciones cometidas amparadas en la afición algo tonta que tenemos los cazadores. Como dije en un post anterior, uno se va aburriendo poco a poco, pero vuelve otra vez a salir al campo dispuesto a dejarse incautar. De nuevo, “erre que erre”.
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