miércoles, 29 de junio de 2016

LA CAZA MENOR SE ACABA: CONCLUSIONES A LA TEMPORADA 2015-2016: V. La paradoja del zorro




Todos los seres vivos que se desarrollan en este querido planeta Tierra, incluido el “homo sapiens”, tienen factores limitantes para su desarrollo, siendo el principal de ellos la alimentación. Un animal bien alimentado, desarrolla y realiza de forma normal sus funciones fisiológicas y reproductoras, creciendo de forma sana y fuerte frente a las adversidades que se les puedan presentar, fundamentalmente enfermedades, depredadores y factores climatológicamente adversos. Por el contrario, si falta la alimentación de forma general y continuada o en una fase clave del desarrollo, el reloj biológico comienza a fallar, la fisiología se deteriora, el animal no es capaz de luchar contra enfermedades, climatología adversa y no digamos salvarse de sus depredadores.
Todos los animales, exceptuando a los domésticos, a veces estos también, se encuentran a lo largo del año con temporadas de abundancia y también con otras de escasez de alimentación. Estas temporadas pueden ser distintas en función de las preferencias en la alimentación de los animales: carnívoros (animales que se alimentan de otros animales), herbívoros (animales que se alimentan de plantas) y omnívoros (animales que se alimentan de plantas y/o de otros animales).  Está claro que un animal que sea omnívoro tiene o debe de tener ventajas respecto de los otros dos. Así tenemos al jabalí, el cual, debido a la falta de depredadores, ha proliferado respecto a las demás especies a lo largo de estos últimos años. Vendrían después los herbívoros, los cuales dispondrían de abundancia de alimentación en primavera y otoño, con otras de cierta escasez o incluso posible hambruna en el verano y el invierno. Por último tendríamos a los carnívoros, que dependerían en su alimentación de la cantidad que existiera de las otras dos.
Hechas las consideraciones anteriores y dado que todas las clasificaciones zoológicas incluyen al zorro dentro del Orden de los carnívoros, y que su alimentación dependería fundamentalmente de animales a los que pudiera depredar, no sería el caso del jabalí, cabría pensar que al disminuir la caza menor disminuiría también la cantidad de zorros. Pues no señor, todo lo contrario, aumenta con independencia de lo que le ocurra a los conejos, liebres o perdices e incluso otras especies distintas de la caza como pueden ser ratones, ratas, etc...



Y esta paradoja ¿a qué es debida? Pues yo diría que es debido a varios factores. Primero aclarar que el zorro no es un animal exclusivamente carnívoro, lo que se llama carnívoro estricto, ya que en caso de necesidad, y también de no tanta necesidad, puede recurrir a otro tipo de alimentos. Los zorros son comedores oportunistas y generalistas, que no están específicamente adaptados para comer y digerir ni material vegetal ni carne exclusivamente. Hay otra alimaña que prolifera al igual que el zorro con un comportamiento alimentario parecido, el cuervo. Así no es nada extraño, a principios de verano, ver a cuervos y zorros penetrar en los huertos de hortalizas y arrasar con tomates, pepinos y otros menesteres. Ya entrado el verano, puede verse a los zorros avanzar dando saltitos en el campo: están dando buena cuenta de langostas y cigarrones, los vulgares “cañafotes”(*) . Es también normal, avanzado el verano, verlos hartarse de higos y uvas, constituyendo estos dos frutos no ya un alimento para salir del paso sino un verdadero cebo: se ponen gordos y lustrosos como en ninguna otra época. También pueden alimentarse con multitud de frutos y bayas del otoño sin despreciar las bellotas de las encinas. De esta forma, tenemos que el zorro se comportaría como carnívoro en primavera, dando buena cuenta de nidos, perdices empollando, parideras de conejos, lebratos y otros manjares propios de este tipo de alimentación. Más adelante sufriría una transformación a insectívoro, langostas y cigarrones, siguiendo con una dieta casi totalmente frugívora, cubriendo su alimentación con los mencionados frutos: higos, uvas, membrillos, bellotas etc... Sólo quedaría un periodo, correspondiente fundamentalmente al invierno, en el cual le sería más difícil y complicado encontrar alimentación. Pero he aquí que la transformación de la ganadería extensiva de antaño a la semi-intensiva de hogaño, como decía más arriba, ha beneficiado al oportunista maese zorro como lo pudieran haber beneficiado, estoy seguro, otros cambios en otras épocas distintas. Me explicaré. El incremento de la ganadería, en ocasiones muy acusado, y la disminución de la agricultura han obligado al ganadero a “tirar de costal”, o sea, alimentar al ganado con piensos supletorios, fundamentalmente en invierno. Estos piensos se distribuyen normalmente en el campo, a cielo abierto, a los distintos animales: vacas, ovejas y cerdos. Estos lugares de abastecimiento son frecuentados por los zorros durante la noche, donde se alimentan con los restos e incluso son “invitados” al banquete a plena luz del día y delante de los dispositivos mecánicos encargados de repartir el alimento. Encima, dada la alta densidad de la ganadería, este proceder de alimentar al ganado no se produce sólo en el invierno, sino también en otras épocas del año. Para mayor deleite de maese zorro, estos piensos que se suministran al ganado son equilibrados en sus componentes esenciales (hidratos de carbono, proteínas y grasas), micro-elementos (minerales y vitaminas) e incluso suelen ir medicados (antibióticos, antinflamatorios, antiparasitarios, etc...). Tenemos, de esta manera, alimentado de forma integral a nuestro carismático zorro, medicado y desparasitado, mantenido por el ganadero en óptimas condiciones de salud, reproduciéndose de la mejor forma posible y campando por nuestros campos como si de un señorito se tratara.  Sumémosle para su mayor ventaja, la casi total falta de depredadores, si exceptuamos lobos, linces y alguna rapaz como el águila real o búho real, donde los haya. Yo hace tiempo que no veo un zorro flaco o enfermo, siempre están gordos y lustrosos.
Dicho todo lo anterior, es cuestión de preguntarse cuáles podrían ser las actuaciones encaminadas a un control adecuado de las poblaciones de zorros. Habrá posibles formas de actuar sobre esta población que son ajenas totalmente a los cazadores; unas podrían ser tomadas por los ganaderos y otras, las que más, por parte de la Administración Pública. En el primero de los casos ya tiene bastante el ganadero con dejarnos cazar en su propiedad, la mayor parte de las veces por un precio simbólico, y de vez en cuando hacer el mismo un control por su cuenta sobre todo cuando le afecta en sus propias carnes: sé que en más de una ocasión los zorros le han quitado a las ovejas el cordero recién parido y aún después. Por otra parte, también coopera con los cazadores en el cuidado y revisión de las trampas-jaulas con cebos vivos. El caso de la Administración es más complicado; sus actuaciones suelen ser escasas, a destiempo, complicadas, costosas y, lo que es peor, muy poco efectivas. Valga como ejemplo los resultados sobre las repoblaciones de conejos.
Pero la Administración, sino directamente, sí que ha dejado en manos de los cazadores un arma para paliar en lo posible el exceso de población del zorro: ha convertido a este animal, ya hace bastante tiempo, en pieza de caza y además lo ha incluido como pieza susceptible de ser homologada como trofeo (Comisión de Homologación de Trofeos de Caza de Andalucía, Orden de 20 de febrero de 2009, Boja de trece de marzo de 2009). Ello quiere decir, que aparte de otras posibles modalidades de control poblacional, la caza directa de nuestro zorro cumpliría, así, de bote pronto, con dos fines: control de población y disfrute de los cazadores.
En definitiva, creo que la sociedad debería tomar medidas en este sentido, más teniendo en cuenta que una cacería de zorros, sólo desde el punto de vista cinegético, promete bastante más que una jornada normal al salto o en mano. Se debería enfocar la gestión a la caza con perros de madriguera y ganchitos con los perros sin descuidar las actuaciones con las trampas-jaulas con cebos vivos.
Hace ya unos cuantos años que la sociedad no caza demasiado en madrigueras, las jornadas especiales de batidas de zorros dejan mucho que desear y las trampas-jaulas no han proliferado como debieran, de tal forma que en los últimos años ha habido una explosión en el número de zorros en los terrenos de la Sociedad Local.

(*)  Parece ser que este nombre de cañafote (Monesterio), cañifote (Valencia del Ventoso), gañafote (Burguillos), o gafañote (San Vicente de Alcántara) procede de gafanhoto, nombre portugués con el que se conoce a este insecto

lunes, 27 de junio de 2016

LA CAZA MENOR SE ACABA: CONCLUSIONES A LA TEMPORADA 2015-2016: IV. Las migratorias



Si la caza menor, siendo autóctona del terreno y permitiendo, por lo tanto, un estudio “in situ” y “continuado” sobre su comportamiento, necesidades y costumbres, es difícil de investigar por tener múltiples factores, ambientales y humanos, que le afectan, ¿qué podemos decir de una especie de la que sólo conocemos una parte más o menos importante de su ciclo de desarrollo? Encima, para más agravio de este tipo de caza, se la considera como algo extraño en nuestro ambiente y siempre hay cazadores, cada vez menos, a Dios gracias, que opinan que hay que cazarlas casi hasta el exterminio: “total, no son nuestras y ve a averiguar si volverán para otro año”.
Mi opinión particular es que en este caso, las migratorias están sometidas a una presión cinegética excesiva. Y esto se cumple, casi en todas las especies: migratorias de verano, tórtolas y codornices y migratorias de invierno, zorzales y palomas. Hay que incluir en este caso también a las torcaces sedentarias que se cazan por el verano, en la media veda.
Aquí debería ser la Administración la que pusiera coto y remedio al asunto. En la mayoría de los casos, las distintas leyes de veda permiten la caza de migratorias durante sábados, domingos y festivos de carácter nacional o regional y en horario de 7:00 a 11:00 horas y a partir de las 17:00. Si ponemos el ejemplo de la temporada pasada en Extremadura, en la que el periodo de caza de la tórtola era del desde el 22/08 al 13/09, ello supuso un total de 9 cacerías posibles: 4 sábados, 4 domingos y 1 festivo. La mayor parte de las sociedades se limitan a cazar un solo día a la semana, sábado o domingo, entre otras cosas porque no hay comedero que aguante más días de caza y menos aún dos días seguidos; ya lo dice el refrán “a caza movía no vayas al otro día”. Comprendo que la Ley está hecha para que se pueda escoger entre sábado o domingo, pero no se indica nada que impida hacerlo en los dos días, si a la sociedad le apetece, y me consta que se hace. La administración debería arbitrar algún medio que impidiera celebrarse cacerías dos días seguidos en el mismo lugar.
Los comederos permitidos por ley y establecidos por los cazadores han venido a remediar esa falta de agricultura, ya comentada en otros sitios, que ha traído consigo el incremento de la ganadería. Pero estos comederos presentan algunos inconvenientes. Antes, las siembras realizadas eran bastante extensas, con lo cual la zona de comida “aportada” a los pájaros, las rastrojeras, eran amplias y permitía no sólo incrementar los puestos, sino también separar unos de otros. Actualmente los comederos artificiales tienen el inconveniente de ser pequeños, dan mucho menos trabajo, con lo cual el nº de cazadores que cabe es menor y encima, para su tamaño, el nº de puestos siempre es excesivo.
Las sociedades deberían remediar en lo posible aquellas cosas que resultan difícil de hacerlo por la Administración, para lo cual incidiría en algunas cuestiones fundamentales, a mi modo de ver:

a) Adecuación real del comedero al nº de cazadores: Hay que planificar con anterioridad el tamaño del comedero, para que luego los puestos estén suficientemente separados, no sólo por la seguridad del cazador, sino también para que se le permita a la caza ciertas probabilidades de salvación. Es increíble como algunos pájaros antes de entrar al comedero han de pasar por el campo de tiro de dos o más escopetas, e incluso si se escapa lo esperan dentro del mismo.
b) Limitación de los días de caza: no deberíamos cazar más de un día a la semana. Con un día debería ser suficiente.
c) Limitación del horario: respetar el horario de la administración, sólo hasta las 11:00 de la mañana y restringirlo aún más, no cazando por las tardes. Hay razones para estas limitaciones: el pájaro entraría al comedero con tranquilidad a partir de las 11:00 y sin restricciones por las tardes. Ello nos permitiría volver a la semana siguientes con más garantías. Por otro lado, las tardes con el calor y, presumiblemente, después de haber comido en abundancia, no son nada agradables. En caso contrario, si el pájaro no logra comer en todo el día, puede que emigre a otros comederos en los que se les moleste menos.
d) Educar a los cazadores: Esto es algo muy importante. “No se caza más por tirar o disparar más”. Los cazadores viejos decían que “la paloma se mata con el culo” (*) . En los puestos fijos para pájaros, hay que cazar con tranquilidad, no tirar los pájaros lejanos, estar quietos hasta tenerlos a tiro y no abusar de gatillo. La mayor parte de las veces lo que se hace es “espantar” caza o algo peor, herir caza que no se cobrará y morirá fuera de nuestro alcance.

 Arriba, en las fotos se observa la diferencia entre las perchas de mañana y tarde. Algunos cazadores siguen opinando que las tardes son mejores, que los pájaros, con el hambre, al no haber podido comer por la mañana, entran mejor a las escopetas; puede que los pichones, tanto tórtolas como paloma, piquen de novatos, pero los pájaros viejos pasan hambre y si hace falta no asoman más por el comedero.
Dentro de las migratorias, el cazador siempre confía mucho en un pajarillo, el zorzal, que tan buenas jornadas nos depara. Pero esa confianza se está perdiendo cada vez más. Llevamos cuatro o cinco temporadas en franca regresión de zorzales y, la verdad, no se espera que la cosa vaya a ir bastante mejor.
La venta de cartuchos en las armerías se salva gracias al zorzal, pero a, este paso, se está convirtiendo uno en un extraño en las armerías; los dependientes y/o propietarios te saludan efusivamente y te indican que cada vez aparece uno menos. Y uno por dentro piensa que “y menos que voy a venir”, porque el asunto está que arde: con un cajón de 250 cartuchos te sobra para más de una temporada, incluso dos o tres. Lejos aquellos tiempos en que esa cantidad de cartuchos la tiraba uno en una sola jornada. Actualmente, las perchas de 7 u 8 pájaros, como la de la foto, se celebran como verdadero acontecimiento. Supongo que el gasto de pólvora se realizará fundamentalmente en competiciones de tiro, sean de plato, pichón u otras modalidades.
En definitiva, el pájaro sigue si resollar: cada temporada, peor que la anterior. La regresión de zorzales sigue a más, a este paso no vendrán.
Respecto a la paloma de invierno parece ser que estos dos últimos años se ha recuperado un poquito, pero matar una paloma en el invierno se convierte en una tarea digna de mérito. Si cuando había abundancia de palomas, oscurecían el cielo y había que espantarlas de las fincas con cohetes, salió el refrán entre los cazadores de “no vayas a palomas aunque no comas”, ¿que podíamos decir ahora? Muy sencillo, no salir al campo.
Algún día hablaré algo sobre que le puede ocurrir a los zorzales. Evidentemente no sobre lo que realmente les ocurre, sólo de lo que les puede ocurrir. Más “quién sabe”.

(*): Alude el refrán a que para matar la paloma hay que esperarla con tranquilidad, sentado y cómodo a ser posible. Cuando se va llegando a cierta edad, como me ocurre a mí, permanecer en un puesto de pie, con la escopeta aguantando en los brazos se hace bastante pesado y ello propicia que de vez en cuando te muevas para desentumecer los músculos agarrotados por una postura incómoda y continua. Este movimiento imperceptible para uno, es un verdadero inconveniente para la entrada del pájaro. Este se da cuenta de nuestra presencia por el movimiento y sin que a veces no nos lo expliquemos, vira antes de llegar al puesto y no entra a tiro de la escopeta. Por el contrario, si estamos sentado estaremos más cómodos, no soportando el peso de la escopeta a pulso, la tendremos terciada sobre las piernas y consiguientemente nuestros movimientos serán más escasos y menos perceptibles. Sólo asomaremos por encima de la mampara o puesto, lo suficiente para ver entrar el pájaro a lo lejos, permanecer quieto dejando entrar al pájaro y sólo cuando esté a nuestra altura subiremos de la silla, apuntaremos mientras nos elevamos y dispararemos sobre seguro. Hay que tener en cuenta que el pájaro cuando viene volando tiene un campo de visión, la mayoría de las veces, adelantado cual si fuera el foco de un helicóptero, y ve delante pero no debajo con cierta perpendicularidad. Si nos levantamos después de que haya pasado este campo de visión, probablemente ni siquiera se percate de que le estamos disparando.


jueves, 23 de junio de 2016

LA CAZA MENOR SE ACABA: CONCLUSIONES A LA TEMPORADA 2015-2016: III. El problema de la perdiz



Este es el principal problema, a mi modo de ver, crucial diría yo. La perdiz requeriría un estudio aparte, en primer lugar por ser la reina de la caza y en segundo lugar por su escasez esta temporada, lo cual augura un futuro bastante incierto. Hay tres fases fundamentales en el desarrollo de la perdiz: la primera es el estado de celo, la segunda es la incubación y por último, la tercera, la fase de cría. Uno de los factores que más afectan al celo es la duración del día, con el incremento de la iluminación, juntamente con la temperatura. El exceso de lluvia y/o tormentas originan falta de celo, con lo cual las puestas son muy irregulares. Una vez realizada la puesta, el estado fisiológico de la perdiz cambia y se produce la denominada “cloquez”, con la cual se incrementa la temperatura del cuerpo y comienza la incubación de los huevos. Durante la incubación pueden producirse abandonos totales o parciales de los nidos que llevan al fracaso total de la reproducción. El abandono de nidos puede producirse por motivos muy distintos: falta de calentura de la perdiz, exceso de calor, lluvias, tormentas, depredadores (zorros y córvidos, cada vez más abundante), etc... Hay ocasiones en que la perdiz abandona el nido y, si el tiempo le acompaña, puede volver a iniciar otra vez el procedimiento comenzando por la fase de celo y después la incubación. Son los llamados pollos tardíos, que en más de una ocasión arreglan la temporada. Una vez terminada la incubación, si esta se ha llevado a cabo por lo menos de una forma parcial, comienza la llamada fase de cría. La perdiz puede considerarse un ave esteparia, por lo menos en su fase adulta; es un ave resistente, acomodada a la falta de comida y a la escasez de agua. Pero en sus primeras fases, el pollo recién salido del huevo es un animal desvalido y delicado. Si no dispone de comida y agua con cierta regularidad tendrá los días contados, ello sin contar con los posibles ataques de depredadores:   ya no sólo los mismos que afectan a los adultos, sino también otros bastante menos impresionantes, como puede ser el pequeño pero temido alcaudón común, el cual se trata de un verdadero especialista en capturar insectos de cierto tamaño y pequeños pajarillos; tampoco hay que olvidar al rabilargo, de la familia de los córvidos. En ocasiones y debido a estos múltiples factores negativos se ve como los bandos de perdices, al comienzo numerosos, van disminuyendo poco a poco hasta quedar uno o dos en el estado adulto, si no todo el bando.

Nido de perdiz abandonado

Ya en su fase de adulto la perdiz se hace resistente y puede superar los inconvenientes con un grado mayor de éxito que no en las fases anteriores.
Si examinamos detenidamente el problema y comparamos con épocas anteriores, sólo encuentro una diferencia: se ha abandonado totalmente la agricultura en favor de una ganadería que ha pasado de una explotación extensiva a otra, si no intensiva, casi intensiva. La perdiz “se ha echado al monte”, en el sentido estricto de la palabra, desplazada por la ganadería. Consecuentemente la densidad de la caza en el monte no es comparable a la de la campiña, esta última bastante más productiva.
Por otra parte en los terrenos de cultivo se echa la culpa al exceso del mismo: no hay lindazos, regatos, sitios de refugio para la caza. Las cosechadoras hacen verdaderos estragos y cada vez más se echa la culpa a los productos fitosanitarios con que son tratadas las semillas antes de la siembra , así como a los herbicidas que acaban con los pocos resguardos que quedan en los terrenos de cultivo intensivo.
Tenemos pues que lo que podría ser una ventaja en las zonas ganaderas, el cultivo de la tierra, es un inconveniente en las zonas propias de cultivo ya que en estas en la actualidad se recurre con demasiada frecuencia a los ya mencionados productos fitosanitarios. En fin, que en un término medio consiste la virtud, término medio que se cumplía, en nuestra zona, antes de la revolución de semillas, productos fitosanitarios y transformación de la ganadería extensiva de antaño a la semi-intensiva de hogaño.
Ya hablaré más de la perdiz en otra ocasión.

martes, 21 de junio de 2016

LA CAZA MENOR SE ACABA: CONCLUSIONES A LA TEMPORADA 2015-2016 SOBRE LA CAZA MENOR: II. Las liebres equivocan su ciclo


De siempre, las liebres han tenido un ciclo raro con respecto a la ley de veda; el resto de las especies se reproducen o por lo menos lo intentan en épocas en que la veda permanece cerrada, recurriendo en la mayoría de los casos a la primavera, cuando se supone que el campo brinda más posibilidades de alimentos para sacar adelante a las crías. Pero en el caso de la liebre no era raro encontrar alguna que otra liebre preñada en pleno invierno; no así paridas, ya que es difícil que los lebratos aguanten temperaturas excesivamente bajas. Algo parecido le ocurre al jabalí. Estas especies están algo trastocadas respecto a lo que debería ser un comportamiento más normal y así es frecuente encontrarse con hembras que están preñadas en plena temporada de caza ¿Pudiera deberse al tema tan discutido y discutible del cambio climático? Vaya usted a saber; la realidad es que los años anteriores hemos tenido unas primaveras escasas de lluvias y con temperaturas más altas de lo normal, unos otoños de lluvias abundantes y temperaturas bastante suaves e inviernos secos sin heladas persistentes. De hecho este año agrario, no ha helado durante todo el invierno y si lo ha hecho ha sido de forma poco duradera.

Esas heladas que se mantenían de un día para otro, incluso semanas y aún meses no se han visto para nada. Ello propicia que el otoño se presente más agradable y con comida abundante, máxime si estamos en una dehesa con abundancia de bellotas, propicio para la reproducción de las especies más que la propia primavera, como venía ocurriendo desde el devenir de los tiempos. Aún más, si el invierno se mantiene con temperaturas suaves impropias de la temporada.
La liebre aunque parezca abundante, no es más que una ilusión.  La realidad es que está muy escasa, lo que ocurre es que al faltar en la percha conejos y perdices y aparecer sólo ellas, parece que su presencia nos brinda una abundancia que es engañosa. A la vista está la foto de lo cobrado en una jornada al salto por 12 cazadores: 7 piezas, de ellas 6 liebres y una sola perdiz.
 Una ventaja que parece que tenemos es la ausencia de enfermedades en las liebres de nuestra zona, aunque también las densidades poblacionales, muy bajas por desgracia, no permiten el desarrollo de las mismas. También puede ser que no se aprecien con la misma determinación de otras zonas; no es lo mismo ver una liebre muerta en el campo cuando se trata de una campiña a verla en una zona poblada de monte, donde la presencia de un animal muerto pasa generalmente desapercibido.
En fin, la liebre aunque brinda alguna que otra vez lances espectaculares, no es a la escopeta lo que representa la perdiz. Los lances de esta no tienen nada que ver con los proporcionados por otras piezas, sobre todo con la perdiz criada en la sierra.

domingo, 19 de junio de 2016

LA CAZA MENOR SE ACABA: CONCLUSIONES A LA TEMPORADA 2015-2016 SOBRE LA CAZA MENOR: I. Ausencia total del conejo: pura presencia testimonial


La caza menor se acaba, o por lo menos esa es la conclusión que yo saco. Hablo de las características especiales de los terrenos que conforman la Sociedad Local de Cazadores Nª Sª de Tentudía de Monesterio (Badajoz). Aunque desde luego el problema no es privativo de esta Sociedad. El mal está más generalizado de lo que creemos. Intentaré enumerar aquellas circunstancias, que a mi parecer, están acabando con la caza menor, sin intentar dogmatizar sobre el tema, entiendo algo pero no soy un experto ya que al tema le afectan muchos factores y tiene varios agentes implicados, pero si ver si las personas que estamos en el ajo tomamos conciencia del problema y vemos si somos capaces de ponerle algo de solución.


1) Ausencia total del conejo: pura presencia testimonial
2) Las liebres equivocan su ciclo
3) El problema de la perdiz
4) Las migratorias
5) La paradoja del zorro
6) Dos invitados cada vez más abundantes: el meloncillo y la gineta
7) Algunas anomalías: becadas y codornices
8) La climatología
9) Escasez general de la caza menor
10) La juventud debería aprender a cazar
11) Conclusiones

1) Ausencia total del conejo: pura presencia testimonial

Este animalito ha sido desde los tiempos más remoto uno de los principales representantes de la geografía española, hasta tal punto de que la península ibérica llegó a recibir el sobrenombre de “tierra de conejos”.  Debido a su abundancia se convirtió en la presa de un sinfín de predadores emblemáticos de la península: el lince ibérico, el águila imperial, el búho real, etc..., y de otros menos emblemáticos: zorro, gineta, meloncillo, etc...
Pero debido a distintas circunstancias, unas archiconocidas como las famosas enfermedades víricas, y otras no tan conocidas, la abundancia de antaño se trocó en la escasez de hogaño.
Creo que esta escasez del conejo se ha convertido, no sólo en Monesterio, sino también en cualquier otro coto de caza, en el principal problema cinegético. No es que los terrenos de la Sociedad Local se hayan caracterizado en tiempos anteriores por abundancia de conejos, pero sí que había los suficientes para satisfacer a cazadores y depredadores. Digamos que era un parapeto que servía para tener protegidas las otras dos especies principales de la menor: la liebre y la perdiz.


No se la razón por la cual el conejo no se ha recuperado en Monesterio de sus enfermedades, mixomatosis y NHV. Quizás habría que planteárselo al contrario: ¿por qué se recupera en otros sitios? ¿Por qué en otros su abundancia llega a constituirse casi como una plaga? Estos años atrás se veían conejos en primavera cuando comenzaban a criar y aunque después desaparecían como por ensalmo, siempre aparecía alguno que otro entre las piezas cobradas en las cacerías de la general en el otoño. Pero últimamente, hace dos o tres años, no se ve ninguno. Es verdad que debido a esta escasez, tanto los cazadores aficionados a esta pieza como los perros especializados en la misma están desapareciendo, pero por ello mismo podría esperarse que se recuperaran por descender la presión cinegética. Pues es todo lo contrario, cada vez se ven menos conejos. Igual está pasando en otros lugares donde se mataban cientos de ellos; me refiero a la Sierra Norte de Sevilla, ya comenté en la temporada pasada el fracaso de la jornada de descaste en Hamapega (Guadalcanal). No ocurre lo mismo con los conejos en otros lugares con escasez de monte y dedicados a terrenos de cultivo: olivares, viñas, frutales, etc... En estos lugares se están convirtiendo en verdaderas plagas: el mismo verano que estuve en Guadalcanal estuve invitado en la finca “La Coronela” de la campiña de Sevilla, ver foto, finca dedicada fundamentalmente al cultivo de cereales y olivar; era ya la cuarta cacería que se daba y en un par de horas por la mañana, al pasillo, sin perros, entre dos, cobramos 24.
En el conejo de monte se encuentra la salvación del resto de especies cinegéticas y no cinegéticas, algunas de ellas en peligro de extinción, precisamente debido a esta escasez. Ahí tenemos el caso del lince ibérico y en menor medida el águila imperial. La supervivencia de estas dos especies depende en un porcentaje bastante alto de la abundancia o escasez de este pequeño lagomorfo. De forma paralela y como ya hemos expresado anteriormente, de la abundancia del conejo depende la mayor o menor presión cinegética de las demás especies cazables. Pues bien, ningún cazador o ecologista con un mínimo sentido común se explica como el conejo está abandonado por la administración y se están gastando cientos de millones de euros en crías en cautividad de linces y águilas sin ningún sentido práctico o por los menos muy discutibles.
Está claro que la caza menor en Monesterio se encuentra en vías, sino de extinción, si de una situación bastante grave. Sólo nos queda un remedio a los cazadores, después de hartos de salir al campo para no ver nada: o cazamos de forma descafeinada, llámese suelta de especies de granja, o bien nos apuntamos a la montería. Esto puede que quizás sea relativamente fácil para los cazadores viejos que vemos en estas dos modalidades de caza una cierta comodidad, pero ¿qué les queda a los jóvenes y a aquellos que sientan sus primeros escarceos en una jornada de caza al salto acompañado de perros? Una cosa es cierta, la caza no está en a mejor de las situaciones para crear afición, muy al contrario, está provocando abandonos temporada a temporada. El futuro de la caza menor no es nada halagüeño.
De cualquier forma, el porqué de la escasez del conejo en unos sitios y su abundancia en otros, será cuestión de análisis para otra ocasión.