lunes, 27 de junio de 2016

LA CAZA MENOR SE ACABA: CONCLUSIONES A LA TEMPORADA 2015-2016: IV. Las migratorias



Si la caza menor, siendo autóctona del terreno y permitiendo, por lo tanto, un estudio “in situ” y “continuado” sobre su comportamiento, necesidades y costumbres, es difícil de investigar por tener múltiples factores, ambientales y humanos, que le afectan, ¿qué podemos decir de una especie de la que sólo conocemos una parte más o menos importante de su ciclo de desarrollo? Encima, para más agravio de este tipo de caza, se la considera como algo extraño en nuestro ambiente y siempre hay cazadores, cada vez menos, a Dios gracias, que opinan que hay que cazarlas casi hasta el exterminio: “total, no son nuestras y ve a averiguar si volverán para otro año”.
Mi opinión particular es que en este caso, las migratorias están sometidas a una presión cinegética excesiva. Y esto se cumple, casi en todas las especies: migratorias de verano, tórtolas y codornices y migratorias de invierno, zorzales y palomas. Hay que incluir en este caso también a las torcaces sedentarias que se cazan por el verano, en la media veda.
Aquí debería ser la Administración la que pusiera coto y remedio al asunto. En la mayoría de los casos, las distintas leyes de veda permiten la caza de migratorias durante sábados, domingos y festivos de carácter nacional o regional y en horario de 7:00 a 11:00 horas y a partir de las 17:00. Si ponemos el ejemplo de la temporada pasada en Extremadura, en la que el periodo de caza de la tórtola era del desde el 22/08 al 13/09, ello supuso un total de 9 cacerías posibles: 4 sábados, 4 domingos y 1 festivo. La mayor parte de las sociedades se limitan a cazar un solo día a la semana, sábado o domingo, entre otras cosas porque no hay comedero que aguante más días de caza y menos aún dos días seguidos; ya lo dice el refrán “a caza movía no vayas al otro día”. Comprendo que la Ley está hecha para que se pueda escoger entre sábado o domingo, pero no se indica nada que impida hacerlo en los dos días, si a la sociedad le apetece, y me consta que se hace. La administración debería arbitrar algún medio que impidiera celebrarse cacerías dos días seguidos en el mismo lugar.
Los comederos permitidos por ley y establecidos por los cazadores han venido a remediar esa falta de agricultura, ya comentada en otros sitios, que ha traído consigo el incremento de la ganadería. Pero estos comederos presentan algunos inconvenientes. Antes, las siembras realizadas eran bastante extensas, con lo cual la zona de comida “aportada” a los pájaros, las rastrojeras, eran amplias y permitía no sólo incrementar los puestos, sino también separar unos de otros. Actualmente los comederos artificiales tienen el inconveniente de ser pequeños, dan mucho menos trabajo, con lo cual el nº de cazadores que cabe es menor y encima, para su tamaño, el nº de puestos siempre es excesivo.
Las sociedades deberían remediar en lo posible aquellas cosas que resultan difícil de hacerlo por la Administración, para lo cual incidiría en algunas cuestiones fundamentales, a mi modo de ver:

a) Adecuación real del comedero al nº de cazadores: Hay que planificar con anterioridad el tamaño del comedero, para que luego los puestos estén suficientemente separados, no sólo por la seguridad del cazador, sino también para que se le permita a la caza ciertas probabilidades de salvación. Es increíble como algunos pájaros antes de entrar al comedero han de pasar por el campo de tiro de dos o más escopetas, e incluso si se escapa lo esperan dentro del mismo.
b) Limitación de los días de caza: no deberíamos cazar más de un día a la semana. Con un día debería ser suficiente.
c) Limitación del horario: respetar el horario de la administración, sólo hasta las 11:00 de la mañana y restringirlo aún más, no cazando por las tardes. Hay razones para estas limitaciones: el pájaro entraría al comedero con tranquilidad a partir de las 11:00 y sin restricciones por las tardes. Ello nos permitiría volver a la semana siguientes con más garantías. Por otro lado, las tardes con el calor y, presumiblemente, después de haber comido en abundancia, no son nada agradables. En caso contrario, si el pájaro no logra comer en todo el día, puede que emigre a otros comederos en los que se les moleste menos.
d) Educar a los cazadores: Esto es algo muy importante. “No se caza más por tirar o disparar más”. Los cazadores viejos decían que “la paloma se mata con el culo” (*) . En los puestos fijos para pájaros, hay que cazar con tranquilidad, no tirar los pájaros lejanos, estar quietos hasta tenerlos a tiro y no abusar de gatillo. La mayor parte de las veces lo que se hace es “espantar” caza o algo peor, herir caza que no se cobrará y morirá fuera de nuestro alcance.

 Arriba, en las fotos se observa la diferencia entre las perchas de mañana y tarde. Algunos cazadores siguen opinando que las tardes son mejores, que los pájaros, con el hambre, al no haber podido comer por la mañana, entran mejor a las escopetas; puede que los pichones, tanto tórtolas como paloma, piquen de novatos, pero los pájaros viejos pasan hambre y si hace falta no asoman más por el comedero.
Dentro de las migratorias, el cazador siempre confía mucho en un pajarillo, el zorzal, que tan buenas jornadas nos depara. Pero esa confianza se está perdiendo cada vez más. Llevamos cuatro o cinco temporadas en franca regresión de zorzales y, la verdad, no se espera que la cosa vaya a ir bastante mejor.
La venta de cartuchos en las armerías se salva gracias al zorzal, pero a, este paso, se está convirtiendo uno en un extraño en las armerías; los dependientes y/o propietarios te saludan efusivamente y te indican que cada vez aparece uno menos. Y uno por dentro piensa que “y menos que voy a venir”, porque el asunto está que arde: con un cajón de 250 cartuchos te sobra para más de una temporada, incluso dos o tres. Lejos aquellos tiempos en que esa cantidad de cartuchos la tiraba uno en una sola jornada. Actualmente, las perchas de 7 u 8 pájaros, como la de la foto, se celebran como verdadero acontecimiento. Supongo que el gasto de pólvora se realizará fundamentalmente en competiciones de tiro, sean de plato, pichón u otras modalidades.
En definitiva, el pájaro sigue si resollar: cada temporada, peor que la anterior. La regresión de zorzales sigue a más, a este paso no vendrán.
Respecto a la paloma de invierno parece ser que estos dos últimos años se ha recuperado un poquito, pero matar una paloma en el invierno se convierte en una tarea digna de mérito. Si cuando había abundancia de palomas, oscurecían el cielo y había que espantarlas de las fincas con cohetes, salió el refrán entre los cazadores de “no vayas a palomas aunque no comas”, ¿que podíamos decir ahora? Muy sencillo, no salir al campo.
Algún día hablaré algo sobre que le puede ocurrir a los zorzales. Evidentemente no sobre lo que realmente les ocurre, sólo de lo que les puede ocurrir. Más “quién sabe”.

(*): Alude el refrán a que para matar la paloma hay que esperarla con tranquilidad, sentado y cómodo a ser posible. Cuando se va llegando a cierta edad, como me ocurre a mí, permanecer en un puesto de pie, con la escopeta aguantando en los brazos se hace bastante pesado y ello propicia que de vez en cuando te muevas para desentumecer los músculos agarrotados por una postura incómoda y continua. Este movimiento imperceptible para uno, es un verdadero inconveniente para la entrada del pájaro. Este se da cuenta de nuestra presencia por el movimiento y sin que a veces no nos lo expliquemos, vira antes de llegar al puesto y no entra a tiro de la escopeta. Por el contrario, si estamos sentado estaremos más cómodos, no soportando el peso de la escopeta a pulso, la tendremos terciada sobre las piernas y consiguientemente nuestros movimientos serán más escasos y menos perceptibles. Sólo asomaremos por encima de la mampara o puesto, lo suficiente para ver entrar el pájaro a lo lejos, permanecer quieto dejando entrar al pájaro y sólo cuando esté a nuestra altura subiremos de la silla, apuntaremos mientras nos elevamos y dispararemos sobre seguro. Hay que tener en cuenta que el pájaro cuando viene volando tiene un campo de visión, la mayoría de las veces, adelantado cual si fuera el foco de un helicóptero, y ve delante pero no debajo con cierta perpendicularidad. Si nos levantamos después de que haya pasado este campo de visión, probablemente ni siquiera se percate de que le estamos disparando.


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