lunes, 18 de febrero de 2019

LA CAZA DESCAFEINADA HA LLEGADO A MI PUEBLO, MONESTERIO


Hay un refrán que dice que “cuando no hay lomo de todo como” u otro quizás más de campo aunque sea algo menos explicable. Cuando se ven zorros bicheando en el campo en busca de insectos, se hace uno la siguiente pregunta: “Cuando la zorra anda a grillos, ¿cómo estará el campo? Pues eso es precisamente lo que está ocurriendo. Antes uno se conformaba con las jornadas de caza disfrutadas mientras la veda estaba abierta y después se limpiaban las armas, se engrasaban y se guardaban hasta la apertura de la temporada siguiente. Como mucho, algunos cazadores se entrenaban o entretenían con jornadas de tiro al plato en competición o para pasar el día entre amigos. Eso sí, siempre con la veda cerrada.

Pero la cosa empezó a cambiar. Por un lado la aparición, en el mundillo de la caza, de nuevos escopeteros debida al incremento del nivel de vida y por otro la escasez de la caza generada por enfermedades y cambios en los aprovechamientos agrarios, han ido obligando, con lentitud pero sin pausa, a cambios profundos en las costumbres de los cazadores de este país.

En mis tiempos de “aprendiz”, la experiencia se cogía directamente en el campo. La escasez pecuniaria hacía imposible realizar entrenamientos de caza simulada. Nada de tiros al plato que suponían un dispendio de cartuchos para los que no estaba uno preparado económicamente. Hasta para la caza había escasez extrema que, en parte, quedaba compensada con la relativa abundancia de piezas: yo recuerdo, en mis principios, salir al campo con dos o tres cartuchos, costaban 50 céntimos, ¡de peseta!, y regresar a casa con dos o tres piezas, ¡Eso sí! Las piezas se escogían con sumo cuidado con tal de no fallarlas.

Poco a poco las costumbres fueron cambiando. La abundancia de caza empezó a crecer inversamente proporcional a la disposición económica. Cada vez se disponía de más cartuchos y menos piezas. Pero lo que pasa, uno estaba acostumbrado a la economía anterior y aseguraba las piezas de la misma o parecida forma “ahorrativa” de antaño: nada de disparar sobre piezas difíciles de abatir ya fuera por dificultad o por ir demasiado lejanas. Yo me ponía de mil demonios cuando veía a alguien, sobre todo a cazadores noveles, descargar la repetidora sobre piezas imposibles de abatir. Hoy en día hay cazadores hechos en los días de “pujanza”, antes de las crisis, profesionales, en su mayoría, del sector de la construcción u otros afines, que ganaron dinero “a espuertas” mientras duraron las “vacas gordas”. Recuerdo una anécdota indicativa de lo ligero que tienen algunos cazadores el dedo. La acción se desarrolló de la siguiente manera: “Estaba yo con otros tres compañeros, dos de ellos padre e hijo, en una jornada de zorzales por la mañana. A lo lejos se vislumbra un grupo de torcaces que pasan por encima a no menos de 150 metros, quizás bastante más. Sólo se atisban sus siluetas azuladas: ninguna otra característica diferencial que a ojos de un inexperto permita decir si son torcaces o zuritas. De hecho, tanto el padre como su hijo creyeron que eran de estas últimas. Al pasar por la vertical, padre e hijo descargan la repetidora, tres tiros cada uno, y hasta el tercer compañero, contagiado por el tiroteo, le suelta un tiro. Pero lo más increíble de todo es que el niño, en un acto propio del “far west”, vuelve a cargar la repetidora con otros tres tiros y vuelve a descargarla con las palomas cuando estas, a consecuencia de la primera descarga, se batían en retirada y se encontraba aún más lejos todavía”. Pero lo más increíble de todo es que el padre ni siquiera le llama la atención; la formación cinegética brilla por su ausencia. Las consecuencias de estos actos son siempre negativas: resabio de la caza, piezas heridas imposibles de cobrar, espantar la caza al compañero, quedarte con el arma descargada en ocasión más propicia, gasto innecesario de pólvora, etc., etc.

Poco a poco, junto con las costumbres, comenzaron a cambiar también las personas, entre las cuales me incluyo. Al principio eran las tiradas de plato de feria en feria, después se incrementaron a otras fiestas: romerías, patronas, etc.etc.. Se siguió adaptando el tiro al plato, un deporte de competición con unas reglas muy estrictas, a algo que se pareciera más a los lances que puede deparar la caza. Surgió así el denominado recorrido de caza, en el cual se tiraban platos por máquinas ocultas de distintas formas y tamaños: platos normales, pequeños (mini y super-mini), aplanados (patenas), rojos o negros, unos se alejan, otros que se acercan, algunos se atraviesan en sentido ascendente u horizontal, rastrero por el suelo, etc... En fin, se intentaba asemejar en lo posible el vuelo más común de las especies cazables. De esta forma los platos se denominaban según la pieza que intentaban imitar: se disponía un recorrido de la perdiz, del pato, de la tórtola, del conejo…, un gran número de situaciones que se intentaban asemejar a la caza al salto. Entre otras cosas, sirvió para reunir a grupos de cazadores en las distintas celebraciones a lo largo del año. No es que se pueda comparar la ficción con la realidad, pero sirvió como entretenimiento y entrenamiento para las largas temporadas en que la veda permanecía cerrada.

Otro problema que surgía a los cazadores era los largos periodos de inactividad a los que se veían sometidos los perros de caza. Por una parte las limitaciones en su uso por la normas de la veda, por la reducción de las jornadas de caza y también el problema para el entrenamiento de los cachorros. Antiguamente estas limitaciones eran mínimas y la abundancia de la caza, juntamente con la temporada más amplia, posibilitaba que los perros se entrenaran más que suficiente durante el ejercicio en tiempo legal. Pero en estos tiempos, si se quería tener a los perros medio entrenados, con la escasez y el recorte de la temporada, no había más remedio que acudir a la caza criada en cautividad y sembrarla en el campo. 

Ya en la postguerra, la escasez de la caza propició la repoblación de la perdiz con la captura y traslado de los sitios donde abundaba a otros donde escaseaba. Pero fue a partir de los años 60 o 70 cuando comienza a producirse los primeros intentos de producción de perdiz roja en cautividad, intentos que hoy en día constituyen un éxito notable. No digamos de la cría de codorniz. Muchos cazadores compraban unos pájaros, de una u otra especie, se los llevaban al campo, procedían a su suelta (siembra de la caza) y posteriormente procedían a su caza como si de un animal silvestre se tratara. Al principio era algo caro, sobre todo la perdiz, pero los adelantos tecnológicos posibilitaron el abaratamiento de la cría y hoy día se puede comprar una perdiz viva por menos de 10 € y codornices bastante más baratas.

Dada la demanda de estos productos, se constituyen los llamados “Cotos intensivos de Caza” regulados en las distintas normativas de las Comunidades Autónomas. Son fincas donde antes de la acción de cazar se procede a la suelta de un determinado número de especies cazables, perdices, codornices, palomas, patos , etc..., criadas en semi-cautividad para posteriormente proceder a su caza con los perros.

 En la foto de más arriba, dos compañeros de caza, Pedro Gracia e hijo, con el resultado de una cacería en un coto intensivo en la provincia de Madrid. Cuando me enviaron la foto por “güasa” les preguntaba:
- Serán de granja, y me respondían
- Son como los pimientos de Padrón, unas si y otras no.
Con la respuesta daban a entender que entre las perdices cobradas podría haber alguna autóctona, al estar cazadas al salto después de una suelta.

El colmo de este tipo de cacerías lo constituye la suelta directa. Los cazadores hemos ido perdiendo poco a poco ese sentimiento de odio y rechazo hacia el ejercicio de este tipo de acciones cinegéticas. Ya no se practica el ejercicio de suelta y posterior caza con los perros. Ahora se practica la suelta y tirada directa: las perdices, palomas, faisanes o lo que sea se sueltan desde lo alto de un cerro y los cazadores dispuestos en círculos las abaten con sus escopetas. Y ya no se limitan a ejercer estas modalidades en periodos de veda, sino que lo hacen en plena temporada de caza. Lo dicho “cuando no hay lomo de todo como”.

A la izquierda un cartel anunciador para una suelta y tirada de perdices.  Después de indagar creo que el sitio donde se celebrará el “evento” es en la finca de “Las Umbrías”, t.m. de Monesterio (Badajoz).
La suelta es de 300 perdices con un costo de 250 € para 12 puestos. Echando una sencilla cuenta sale cada perdiz a 10 €. Una perdiz de granja debe tener un costo de unos 5 €, con lo cual se trabaja al 100%. Unos 1.500 € para sufragar gastos y tener algunas ganancias. Para no ser menos y que salga más económico, la Sociedad Local de Monesterio también van a organizar una tirada esta temporada. Esta será casi seguro a mitad de precio.

Hoy en día la oferta de este tipo de “caza”, por supuesto totalmente “descafeinada”, está a la orden del día. Basta con poner en la barra de “Google” simplemente “tirada de perdices” y ya tienen todos Vds. donde elegir a cualquier nivel: local, provincial, regional y nacional. Páginas y páginas Web con ofertas de tiradas, en ojeos, sueltas desde un cerro, al salto y demás.

Es curioso que una mayoría de los anuncios para ojeos de perdices informan que “para ojeos de perdiz salvaje solicitar información”, lo que quiere decir que los ojeos anunciados son de perdiz de granja: “blanco y en botella”. Una cosa es cierta, el montaje, casi siempre, suele ser excelente: buen recibimiento, suelen ser días apacibles climatológicamente hablando, buen desayuno, buena comida campera y posibilidades de llevar compañía, sea secretario, la mujer o lo que nos apetezca o convenga.


En definitiva, poco a poco debido a las causas enumeradas más arriba, la caza está perdiendo su sentido fundamental. El cazador siempre debe mantener una superioridad sobre la pieza, para que sea caza en vez de lucha, pero no tanta como sucede en este tipo de acción cinegética: la superioridad es demasiada, y ya se sabe: el grado de satisfacción del cazador es directamente proporcional a las dificultades generadas en la acción de cazar.

jueves, 7 de junio de 2018

EL GOBIERNO DE SÁNCHEZ Y LA CAZA

EL GOBIERNO DE SÁNCHEZ Y LA CAZA

Hay un refrán en la caza que dice que “no importa que la escopeta sea más o menos vieja o nueva, lo importante es el sobrecabo´(*) ” y también un proverbio chino que dice que “da igual gato blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones”. Pues bien, políticamente, hay que darle la enhorabuena a Pedro Sánchez en la elección de sus ministros. Otra cuestión será lo que suceda después.
Nuestro flamante presidente del Gobierno, Sr. Sánchez, ha hecho todo lo contrario que el Sr. Rajoy. A este se le veía preocupado porque sus ministros (“gatos”) hicieran sus gestiones convenientemente (cazaran ratones) sin importarle su color. Sin embargo el Sr. Sánchez los ha elegido teniendo en cuenta antes que nada su color.
Leyendo la prensa sobre este acontecimiento político, los periodistas reciben la relación de los nuevos ministros y ministras de forma en general complaciente, añadiéndole calificativos de un gobierno “serio”, de “marketing”, de “pasarela”, “bonito”, etc... En general califican el nuevo gobierno de aceptable. Ha vestido a sus ministros y ministras con ropa de caza de marca y escopetas de última generación.  Otra cosa será como "cacen".
Valga como ejemplo el ministro de Asuntos Exteriores, Sr. Dástis, excelente gestor pero nulo comunicador. Para entendernos bien, un excelente “cazador”, pero equipado con una “escopeta” que no inspiraba ninguna confianza. En definitiva, nadie se creía, incluidos algunos de sus propios compañeros, que valiera para el cargo. De hecho su comunicación en la UE en lo referente al asunto catalán no sólo ha sido nula sino perjudicial. Se le ha hecho más caso al Gobierno catalán que al español. Su sustituto, Sr, Borrell, ha sido elegido fundamentalmente por su “color”: catalán y anti-independentista. De un solo golpe, Sánchez le ha dado “p. el c.” al PP y a C´s. Al primero por elegir a alguien que por lo menos tiene claro y sabe comunicar el problema de Cataluña y al segundo por quitarle la primacía del anti-independentismo.  Lo que está por ver es si es buen “cazador”, aunque “equipo de caza” no le falta.
En cuanto al asunto de la caza, tanto con Aznar cómo con Rajoy, hemos tenido excelentes gestores en Medio Ambiente, no olvidemos a Loyola de Palacio, excelente ministra según mi criterio, Miguel A. Cañete y la saliente Isabel G. Tejerina. Todos ellos excelentemente preparados, pero le han hecho más caso a los ecologistas que a los cazadores. En pocas ocasiones, por no decir ninguna, les oí hablar de los problemas de los cazadores. Por el contrario, el Sr. Sánchez sin cortarse lo más mínimo, ha creado un ministerio nuevo denominado de “Transición Ecológica” que abarcará las áreas de Energía, Agua, Medio Ambiente y Cambio Climático. Ha designado como responsable a Teresa Ribera, que ya fuera secretaria de Estado de Medio Ambiente y Cambio Climático con Zapatero. De entrada ha sido una elección muy aplaudida por los ecologistas, entre ellos Greenpeace, Ecologistas en Acción, WWF y SEO/BirdLife entre otros. Algunas de estas organizaciones de marcado carácter anti-caza. El Sr. Sánchez le ha hecho un “guiño” muy marcado a todas estas organizaciones.
Creo que era eso lo que iba buscando Sánchez. Un color para el “gato” que aplaudieran aquellos sectores que más lata dan a la Administración, aquellos que más se manifiestan. De hecho, caso de los ecologistas, esta es su especialidad: salir a la calle. En definitiva, buscando votos.
En el asunto catalán creo que de entrada hemos ganado: el color del “gato” ha sido el más acertado, lo que está por catar es ver si “caza ratones” de forma adecuada. Respecto a la caza, de entrada estábamos mejor: ni el color ni la actuación del “gato” nos gustaba, pero no había una postura clara a favor de aquellas organizaciones que se oponían de una forma abierta a la caza. Ahora está claro que el color del “gato” no nos gusta en absoluto a los cazadores. Ya salimos escarmentados con la actuación de la Sra. Narbona, siempre de lado de los ecologistas anti-caza.
La Sra. Ribera es de la misma “camada” que su antecesora y antigua jefa, la Sra. Narbona. Recientemente mantiene relaciones con los ecologistas haciéndose eco de la crítica hacia la reforma de La Ley de Patrimonio Natural y Biodiversidad ya aprobada en el Congreso. También comparte opiniones con Ruth Toledano, uno de los referentes del animalismo más radical de España, sobre la noticia del accidente del camión de los elefantes del circo Gottani: “Elefantes en un camión, esa es la cuestión. Elefantes hacinados en un camión. Elefantes transportados para su explotación en un #circo. Y la noticia d Antena3 ni siquiera se refiere a los elefantes muertos y heridos, más allá dl tuit q reproduce. Qué pena”
  Desde el sector cinegético se recibe con prudencia el nombramiento de la ministra. De hecho en Andalucía y Extremadura se ha mantenido un dialogo positivo entre sus gobiernos socialistas y los cazadores, siempre con respeto a la biodiversidad, pero dando voz y voto a los actores del mundo rural, entre ellos los cazadores.
Yo, cazador desde mi juventud más temprana, no tengo más remedio que mantenerme escéptico ante este nombramiento. No es que yo piense mal de la ministra, pero prefiero ser pesimista y no llevarme después sorpresas desagradables. Más vale llevarse una alegría que no un disgusto.
En definitiva, este nuevo gobierno puede que en general “pinte bien”, pero esperemos que no ocurra lo que a aquellos conejos que estaban jugando a las cartas (**) . Queremos políticos que no sólo tengan presencia y buen curriculum. Lo fundamental es que sean buenos gestores, y eso en el PSOE brilla por su ausencia.
De cualquier forma he de reconocer que Pedro Sánchez ha hecho la jugada del siglo. Después de estar repudiado por su partido y fuera del Congreso, volvió por arte de birlibirloque a ser secretario general del PSOE a pesar de los denominados barones y ha aprovechado la más mínima ocasión para ser presidente del Gobierno a costa de independentistas, populistas y lo que es peor, de terroristas. Pues bien, no ha transcurrido aun una semana desde su nombramiento y ya se la ha pegado al PP y Cs con el nombramiento de Borrell y ha quedado con un palmo de narices a Podemos, ERC, PdeCat y otros. Lo que todavía no sé es lo que le ha prometido al PNV, aparte claro de lo que le prometió el PP, porque para la misma carga no es menester cargar más alforjas. Estos socialistas son unos verdaderos “trileros”, en el buen sentido de la palabra, claro.  Pero a mí no me engañan.

(*) Se refiere al cazador, en el sentido de llevar a cabo la misión de abatir el animal.
(**) Cuentan que unos conejos estaban jugando a las cartas y en un momento determinado les avisan de la presencia de unos cazadores. Uno de los jugadores pregunta por su aspecto, a los que le responden: “tienen muy buena presencia: buena vestimenta y escopetas nuevas”. “No hay problema, contesta, echa cartas”. En otra ocasión, ante la misma pregunta responden: “tienen muy mala presencia: ropas viejas y escopetas oxidadas y reatadas con alambres”. La respuesta fue muy distinta: “a correr que hay peligro”.

miércoles, 18 de abril de 2018

LA CAZA EN LA ACTUALIDAD

He leído hoy domingo, 15/04/2.018, en el diario “ABC” de Sevilla, una entrevista, hecha por Romualdo Maestre al presidente de la Federación Andaluza de Caza, José María Mancheño. Dicha entrevista se hace con motivo de la manifestación que llevamos a cabo los cazadores para reivindicar medidas frente a la campaña de acoso y derribo que se nos hace desde determinados colectivos, “animalistas” y “ecologistas”, desde los que no sólo se critica nuestra forma de hacer sino que también tenemos que aguantar insultos, calumnias e injurias.

Soy cazador desde pequeñito y reconozco toda la labor que hace el cazador en el medio agrario ayudando a que se mantenga un equilibrio entre la caza y el medio que la rodea, sin olvidar que vivimos en un momento en que no debemos olvidarnos del progreso que posibilita el desarrollo de la especie humana, indudablemente en detrimento del propio desarrollo de otras especies. Si esto último no se comprende excusamos de seguir haciendo deliberaciones.

 Se ha definido el desarrollo sostenible como «el desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de ese bien natural renovable para mantener las necesidades de las generaciones futuras; que no amenace la viabilidad y desarrollo de otros bienes dependientes o relacionados con los aprovechados; y que no ponga en peligro la estabilidad del ecosistema en el que se desenvuelven los bienes naturales manejados».

Los bienes que nos brinda la Naturaleza, fundamentalmente los seres vivos, plantas y animales, pueden verse comprometidos por un desarrollo en exceso de algunas de las especies que nos brinda la misma. Pero existe un mecanismo de compensación de la propia Naturaleza que hace que sea posible la vuelta al equilibrio. Es una teoría según la cual un exceso de población se corrige por una “retroalimentación negativa”, según la cual cuando una especie se desarrolla en exceso, aquellas otras de las que depende disminuyen, con lo cual ella disminuirá igualmente por la falta de las que depende. Ello volverá a traer otra vez a su punto de equilibrio. Este incremento y disminución de las especies alrededor de este punto de equilibrio está continuamente en movimiento, por lo que este equilibrio es totalmente dinámico. Esto es aplicable en los sistemas depredador/presa (lince y águila real respecto del conejo de monte) o relación entre herbívoros y las plantas que constituyen su fuente de alimento (oso panda y bambú).



Pero claro, una de las especies que se encuentra dentro de este equilibrio es la especie humana. Y da la casualidad, que debido a ciertas particularidades de la misma en las que no voy a entrar ahora mismo, esta especie tiene la cualidad de ser única en lo que respecta a su capacidad de adaptación al medio natural. Desde la aparición del género “homo” en la tierra hace más de 2.000.000 de años, distintas especies, “habilis”, “erectus”, etc, fueron desapareciendo dando lugar a otras con más capacidad de adaptación. Así, hace unos 300.000 años, aparece la especie “sapiens”, y desde entonces, aunque ha habido periodos en los que el número de sus individuos se ha visto recortado debido a desastres naturales o enfermedades generalizadas, siempre, por lo menos hasta ahora, desde el año 10.000 a.c. no ha dejado de crecer: de 1.000.000 de individuos, hasta más de 7.000.000.000 en la actualidad. Esta evolución dentro de las especies “homo” hasta llegar al “H. sapiens” y su crecimiento exponencial hasta nuestros días son consecuencias de su capacidad de adaptación al medio: alimentación, vestidos, búsqueda de refugios y ya más recientemente la higiene y la sanidad debido a los nuevos desarrollos tecnológicos.

Que nadie se extrañe que este incremento poblacional de una especie, “Homo Sapiens”, en comparación con el resto, haya tenido consecuencias sobre el equilibrio ecológico y que a lo largo del tiempo, debido a su capacidad de adaptación haya ido ocupando nuevos nichos ecológicos y haciendo desaparecer a otras especies de su entorno. Pero también ha hecho aparecer nuevas especies o bien adaptando las existentes a una mejor producción de aquellos productos que más le convenían: lana, pieles, leche, carne, huevos, etc., en el caso de los animales y producción de cereales, leguminosas, oleáceas, etc., en el caso de las plantas. Así se pasó de cazar y recolectar lo que daba el campo de modo natural a domesticar animales y plantas para poder controlar las poblaciones y no depender de las derivas de la naturaleza.

Esta domesticación de animales y plantas sirvió para disminuir el ejercicio de la caza como medio de sustento. De esta forma se le quitó a las especies silvestres cierta parte de su hábitat, pero también posibilitó la reserva de ciertos espacios para mantenerlas sin ser molestadas. En principio estos espacios donde se mantenían los animales en libertad eran o bien aquellos que no podían ser “cultivados” por el hombre o bien porque no le eran necesarios. También en otros casos, bastantes, los animales salvajes convivían con el hombre y sus animales domésticos y se aprovechaban de los nuevos cultivos.

Siempre, incluso después de domesticación de animales y plantas, el hombre siguió conservando en sus genes la necesidad y vocación de la caza y de vez en cuando, siempre que se lo permitían sus obligaciones, ejercía las acciones cinegéticas encaminadas a satisfacer esa necesidad, viendo suplementada su dieta de carne.

Poco a poco, los terrenos naturales por los que campaban a su aire los animales silvestres han ido disminuyendo en beneficio de terrenos de cultivo, aprovechamiento forestal o por ganadería doméstica. Era difícil encontrar alguna zona no hoyada por los pies del “h. sapiens”. Era necesario para poder alimentar a tantos miles de millones de criaturas. Los animales silvestres empezaron a disminuir, incluso desaparecer, fundamentalmente por hacer la competencia a los domésticos: la caza y la ganadería son totalmente incompatibles. Esto es un hecho totalmente demostrado, todo debido a la primacía de una especie superior, “H. Sapiens” frente al resto de las demás especies. Es algo que se constata sin necesidad de demostrarlo, el hombre es la especie más preparada para la supervivencia y sobrevive a todas las que están a su alrededor. Pero la misma cualidad que tiene para sobrevivir es también la que le sirve para darse cuenta que sin el resto de las restantes especies su supervivencia se iría a la mierda. Y ya no me refiero a las especies domésticas, sino también a las salvajes. Es preciso preservar esa carga genética de todas las especies, domésticas y salvajes, que nos ayuden a seguir prosperando.

Por lo dicho anteriormente, por su inteligencia y capacidad de adaptación, el “H. sapiens” se ha dado totalmente cuenta que su supervivencia depende también de la propia supervivencia de las demás especies. Pero esta supervivencia debe tener un límite; dicho límite es aquel que permita el progreso y desarrollo del hombre en coexistencia con los demás animales. Es el nuevo equilibrio impuesto por el hombre, la especie que, por razones que no voy a exponer ahora ni vienen al caso, se encuentra en la cúspide de la pirámide. Pero también es el hombre quien tiene que poner los medios para determinar este límite. El hombre dispone de muchos medios entre los que destaca la eliminación de aquellos animales sobrantes que romperían el equilibrio ecológico en que se encuentran. Y dentro de estos medios de eliminación se encuentra la caza: las especies se someten a un proceso de “selección” mediante la práctica de acciones cinegéticas que disminuyen la población a los límites deseados. La intensidad de la acción cinegética será mayor o menor en función de la población de la especie considerada. Pero el cazador no solo se preocupa de la disminución de la densidad poblacional en caso de abundancia, sino que también y esto es lo más importante, se preocupa de que la población aumente en caso necesario. Tenemos multitud de ejemplos de cómo han influido los cazadores de forma positiva en la existencia actual de ciertos parques naturales. Que hubiera sido de “Doñana”, “Sierra de Cardeña y Montoro”, “Monfragüe” y otros de no ser por los cazadores.

En estos lugares, sólo quedaban algunos reductos adonde fueron relegados unos pocos individuos, testigos de lo que fue una población abundante en tiempos pasados. Esos lugares eran visitados por unos pocos privilegiados que veían satisfechos sus deseos ancestrales de ejercitar el ejercicio cinegético y de forma simultánea pasar un día en plena naturaleza después de haber estado encerrado en un cubículo dentro de una ciudad apestada por los coches y demás zarandajas propias de la urbanización propiciada por el mismo. Ellos cuidaron de estos lugares para que los animales siguieran existiendo y después comenzaron a aparecer las zonas acotadas propiciadas por los mismos cazadores que posibilitaron que las especies cinegéticas fueran en aumento y existieran tal como se ve hoy en día.


Con la práctica de la caza se controlan las poblaciones silvestres, reduciendo enfermedades, preservando la flora, disminuyendo daños a la agricultura, se prevén accidentes de tráfico, etc., etc. Sin olvidar, por supuesto, la contribución de la caza al P.I.B. de las regiones, sobre todo de aquellas que son inminentemente de carácter rural.

Por ello, hoy los cazadores salimos a la calle para reivindicar que la Administración Pública tome medidas frente a la campaña de acoso y derribo que tienen algunos grupos como “Animalistas” y Ecologistas”. Estos grupos no solo protestan, sino que también hacen campañas de injurias, calumnias y acoso contra los cazadores. Nosotros queremos ser parte de la Sociedad Civil y demostrar que somos parte importante en la conservación medioambiental.

Agradezco a todos los estamentos públicos que apoyan a la caza como un medio de desarrollo sostenible. Todos los cazadores, por la cuenta que nos tiene, somos aliados en materia de conservación medioambiental y tememos que informar y convencer de ello a la sociedad civil en general.

El presidente de la Federación Andaluza de Caza, José María Mancheño, alude en la entrevista a la que hacía referencia que la caza “es hoy una afición, uso o deporte al alcance de cualquier persona. La caza es un fiel reflejo de la sociedad actual y por esta razón, puedes cazar en un coto por algo más de 120 euros al año o acudir a una montería de varios miles de euros. A día de hoy, la caza se ha socializado y esa imagen de afición para ricos es absolutamente incierta. Caza quien quiere y la gente que vive en el mundo rural lo sabe bien. Los días de «La escopeta nacional» o los «Santos inocentes» pasaron hace mucho tiempo, eso ya no existe”.

Animo a todos los cazadores a defender esta afición que nos sirve para contribuir de una forma sostenible al desarrollo del medio natural y otra cosa también muy importante: a incrementar la amistad y camaradería entre todos los cazadores. Intentemos divertirnos no sólo sin hacer daño, sino también ayudarlo a mantenerlo en condiciones óptimas para el desarrollo de las especies. 

lunes, 5 de marzo de 2018

SOBRE LOS CAMPEONATOS DE CAZA MENOR CON PERRO



Tomando una copa en la sede de la Sociedad Local de Cazadores de Monesterio veo en el tabón de anuncios la circular de la Federación Extremeña de caza en la que se comunica al presidente de la Sociedad los Campeonatos provinciales de Badajoz y Cáceres de Caza Menor con Perro con indicación de fechas y lugares de celebración. Igualmente las bases del concurso, entre las que destaco las siguientes:
<< La prueba es de cinco horas de duración, de las nueve a las catorce horas. Las especies y el cupo serán las del cuadro adjunto. Aparte de la documentación del cazador, bastante exhaustiva, se exige el Pasaporte (¿) y microchip del perro.
Cada Sociedad federada puede llevar dos participantes>>

 Acaba la circular con la despedida y anexa un modelo de solicitud.

Atentamente El Presidente de FEDEXCAZA -José María Gallardo Gil
Federación Extremeña de Caza. Ctra. De Cáceres, 3 (Edificio Blanco) C.P. 06007 – Badajoz Tel: 924-17.10.24 Fax: 824-68.00.88 Email: federexca@fedexcaza.com web: www.fedexcaza.com  >>

Me acordé cuando participé en el campeonato provincial de caza, hace ya bastante tiempo. Era, creo, el año 1.984 y el presidente de la Sociedad Local de Monesterio me propuso participar en el campeonato de Badajoz, como representante de la Sociedad. Se celebró también en la zona de Valdecaballeros. Tenía entonces 36 años y estaba en plena forma. Me acompañó mi hermano J. Manuel y un compañero de caza, Rogelio (†), que iba nombrado por la sociedad para actuar como juez ante otro concursante. Nos dimos un madrugón y una buena cochada: salimos a las cuatro de la mañana, más de 200 km, en aquellos tiempos sin autovía.
Nunca había participado, ni tan siquiera había asistido, a un campeonato de caza. Ni idea de cómo funcionaba el sistema. A partir de este me empecé a dar cuenta de cómo eran y se desarrollaban, con lo que me quedé totalmente decepcionado. Yo creía, o por lo menos eso me figuraba, que nos asignarían un terreno a cada uno y que podíamos cazar con toda la tranquilidad del mundo, ¡Qué iluso! Nada más lejos de la realidad. Una vez que nos dijeron las condiciones generales, se nos señaló un terreno de unas 300 ha., ¡para todos! con fijación de los límites naturales más importantes: carreteras, ríos, alambrada cinegética del coto limítrofe, así como otros accidentes geográficos sencillos de ver y analizar.
La primera sorpresa fue el comienzo de la cacería. Se indicó que la misma comenzaría con un disparo realizado por el encargado del asunto. Este cogió una escopeta, se la echó a la cara, apuntó al cielo y disparó. Nada más sonar el tiro la casi totalidad de los concursantes, más de 30,  salió corriendo como alma que lleva el diablo en una dirección, con lo que más parecía una carrera de atletismo que una competición cinegética. Yo me quedé patidifuso y supuse que todos corrían hacia el mismo lugar con el ánimo de llegar cuanto antes y poder abatir la pieza que más puntuaba, la perdiz.
Una cosa me quedó clara: el que más y el que menos conocía el terreno de antemano, había estado en él unos días antes y lo había estudiado con detalle. La carrera efectuada por la mayoría hacia un sitio determinado indicaba a las claras el lugar donde podían encontrase las mucha o pocas perdices del lugar, las piezas que más puntuaban. Este conocimiento, con anticipación, del terreno por parte de los concursantes se presta a la picaresca de poder hacer chanchullos. En el año 2007, en la final del XXXIX campeonato en Ribera del Fresno (Badajoz), el tetracampeón Francisco Fernández Sierra fue descalificado tras una denuncia de su juez de campo, que lo acusó de hacer trampas. Había colocado piezas muertas con anterioridad en lugares estratégicos del terreno, que recogía durante el transcurso de la cacería haciendo como si las había matado. Claro que todo esto era totalmente nuevo para mí, con lo que más que pagar la novatada fui de “pardillo” total.
Llevaba conmigo una perra podenca que había traído de Alicante, la “Mori”. Por cierto, un animal excelente para la caza menor: hacia la liebre, la perdiz y el conejo como ninguno otro perro. Su comportamiento era bastante mejor que muchos perros de muestra.


Una vez efectuado el disparo de salida y vi la “estampida”, ni se me ocurrió seguirles. La idea me pareció no solo poco adecuada, sino también bastante peligrosa. Así que me quedé quieto, esperé a que se hubieran alejado y salí en dirección totalmente contraria a la tomada por aquella multitud. Enseguida llegué a uno de los límites fijados, una carretera comarcal, y me dediqué a cazar con tranquilidad a lo largo de la misma. El terreno era propicio para las liebres y antes de dos horas, con el excelente concurso de la perra, me había “estirancado” cinco liebres como perros. En mi larga vida de cazador no he visto nunca liebres tan grandes, todas próximas a los tres kilos de peso. Los cerca de 15 kg a la espalda durante más de cinco horas me pusieron a “caldo”.
A partir de las dos horas veía a lo lejos, de vez en cuando, cazadores correr de un lado para otro. En mi vida me planteé que la caza al salto se pudiera hacer corriendo. Sabía que la perdiz había de apretarse con ánimo de poder alcanzarla antes de que apeonase lo suficiente para alejarse, ¿pero correr a toda pastilla? Increíble. Luego leí en alguna revista la forma de cazar la perdiz por el famoso Ismael Tragacete, un personaje que ostenta seis campeonatos nacionales, el cual llegó a correr en un campeonato más de 70 km en 7 horas, lo que significa una velocidad media de 10 Km/hora, de tal forma que necesitaba que relevaran en varias ocasiones al juez de campo que le acompañaba para verificar la legalidad de las capturas. El sistema, denominado “el caracol”, consistía, una vez localizada la perdiz, en correr en amplios círculos dando la apariencia de ir en dirección contraria, lo que podría engañar a la perdiz haciéndola creer que se alejaba, hasta ver que la perdiz se aplastaba, momento en que se cerraba el circulo con acercamiento hacia ella. Para aplicar este “sistema” se requieren unas piernas de corredor de maratón, agilidad extrema, pulmones de atleta y una vista de águila. Es necesario que una vez localizada la perdiz, no se la pierda de vista mientras se corre. Con todos mis respetos hacia el Sr. Tragacete, me hubiera gustado verle hacer “El Caracol” en lo alto de “Sierra Morena” acompañado de otros compañeros. Este sistema será muy bueno cuando se va solo y se practica la caza en terrenos afables, como suelen ser los llanos de La Mancha o sitios parecidos. En una sierra, a las primeras de hacer “El Caracol” tendremos a todas las perdices espurriadas a más de tres km, eso si las pendientes y el monte te lo permite. Aquí hay que ir despacio hasta espantar el bando y posteriormente apretar el paso pero sin correr intentando que las perdices no se espanten antes de llegar. En una sierra la perdiz encuentra la salvación en el vuelo largo y posterior peonaje, a ver si se pierde. El aplastamiento, salvo excepciones, lo reserva para terrenos llanos en los que volando gasta energía que la obligan a parar. Pero en una sierra, vuela y se descuelga casi sin cansarse y en un solo vuelo se ha perdido de vista para el resto del día.
En definitiva, una forma de cazar totalmente contraria a lo que yo había aprendida de mis compañeros de caza mayores: “sin prisas pero sin pausas”. Hay que seguir una cierta formación, hay que buscar la caza, en el caso de las perdices con tranquilidad, para una vez espantada y separadas llegar de nuevo a ella con rapidez pero nunca “corriendo”. Después, cuando los pájaros están separados hay que cazar con pausa, dejando trabajar a los perros con tranquilidad y buscando, si es necesario mata por mata. En cualquiera de ellas se aplasta una perdiz y se queda atrás sin que salga. Hay un dicho en la caza muy significativa: “la caza requiere cazador y perro cojos”
Sólo vi volar una perdiz en toda la cacería. Sucedió a la mitad de la misma y ya llevaba las cinco liebres en lo alto de las costillas. La vi dar de ala a unos 150 metros y esconderse detrás de un cerro. ¡Estupendo!, dije para mí, tendré la oportunidad de abatir una patirroja. Eché a andar con rapidez en la dirección por la que se perdió la perdiz con ánimo de sorprenderla en la asomada, pero el sorprendido fui yo. Nada más asomar al cerro y disponerme a buscar y levantar el pájaro, veo a otros dos cazadores corriendo como posesos, uno por mi izquierda, el otro por mi derecha, a unos cincuenta o sesenta metros. Al verlos me quedé totalmente parado y sorprendido a la espera de lo que podía ocurrir. La dirección de cada uno de ellos presagiaba que iban a confluir en un mismo punto, donde se suponía podría estar el pájaro, por cierto al que también iba a llegar yo. De pronto sale la perdiz y emprende el vuelo hacia adelante; antes de que pudiera disparar, la escopeta se me quedó a media distancia del hombro, suenan ¡cuatro tiros! casi simultáneos. Al igual que yo, los dos cazadores debieron ver volar al pájaro y han disparado toda la munición permitida al mismo tiempo. La perdiz se queda hecha en el aire una aljofifa viniéndose al suelo como un trapo. Debe tener plomo hasta en el carnet de identidad. Todavía parado, totalmente sorprendido, veo como uno de los perros la cobra y se la lleva al cazador que cae a mi derecha. Antes de que el can se la dé ha llegado corriendo el otro cazador, situado a mi izquierda, reclamando la pieza. Se han enzarzado los dos en una discusión sobre cuál debe adjudicársela. La realidad es que los tiros han sido casi simultáneos y la decisión no debe ser nada fácil. Se plantea un serio problema para los jueces que los acompañan. Lo que en una cacería normal suele ser una satisfacción por abatir una pieza, sea de uno u otro compañero, se convierte en este caso en una “casi” violenta discusión sobre quien se “apunta” la pieza abatida. La escena me quita las ganas de seguir cazando y poco a poco, sin aliciente alguno, fui acercándome al lugar del control para finalizar la jornada. Creo que ganó el concurso un cazador con seis piezas, una más que yo: cuatro perdices, una liebre y un conejo. Claro, con bastantes más puntos.
Una nota destacable del concurso fue la de un participante que entregó en el control 8 palomas torcaces, en ese concurso puntuaban, pero que no fueron suficientes dada la baja puntuación de estas piezas. Fue curioso por la razón de que el cazador vio un paso de palomas y estuvo la mayor parte de la cacería apostado, quieto en un puesto. Con un poco más de suerte hubiera ganado el concurso sin correr, ni siquiera andar, y sin competir con los demás.
Otro dato curioso, el de un concursante que presentó en el control dos liebres o, mejor dicho, parte de las mismas. Con ánimo de no llevar peso le había arrancado tripas y toda la parte trasera, sólo tenían la cabeza, las patas delanteras y un trozo de pellejo colgando. Lo curioso es que se las puntuaron como si se tratara de piezas aprovechables culinariamente hablando. Increíble, pero cierto, se las catalogaron de forma normal. Cuando descargué en el control mis cinco liebres enteritas se me quedó cara de “gilipoyas”. Creo que también algún juez se quedó algo sorprendido.
Por lo que respecta a mi participación sufrí una gran decepción y sirvió para no ir más a ningún otro concurso. Nunca me gustó competir en nada, pero en caza menos. La competición siempre entre amigos y siendo la victoria un aliciente secundario.

miércoles, 26 de julio de 2017

SOBRE EL POSIBLE SUICIDIO DEL SR. D. MIGUEL BLESA


Antes que nada, como soy cristiano, creyente y practicante, deseo que el alma del Sr. Blesa descanse en paz y que el Señor lo haya perdonado de todos sus defectos y posibles perjuicios causados a sus semejantes: D.E.P. También deseo, como ciudadano, que se restituya todo lo defraudado a los posibles perjudicados, si los hubiera, en la demanda civil que presumo seguirá su curso, no así la penal por desaparición del sujeto principal encausado.
Sólo quiero comentar algo, no sobre las causas que hayan podido llevar al Sr.  Blesa ante este acto inexplicable, las cuales desconozco, aunque presumo, sino más bien a los comentarios de la prensa y circunstancias que han rodeado al mismo, sobre todo aquellas que tienen que ver sobre el mundillo de la caza.
De entrada se comenta que los hechos se han desarrollado en la finca “Puerta del Toro”, situada en el término municipal de Villanueva del Rey, en el Valle del Guadiato, provincia de Córdoba, en una acción de caza y que el Sr. Blesa perdió la vida por el disparo de un arma de fuego, rifle o escopeta, no se sabe bien, de su propiedad.
Sólo quiero hacer algunas observaciones a lo de la acción de caza y a que se suicidó con un arma de fuego, rifle o escopeta, de su propiedad.
En primer lugar no se puede cazar en estas fechas, julio de 2.017 en la provincia de Córdoba, por lo cual su visita a la citada finca sería exclusivamente con propósitos bien definidos y parece que confirmados ante los hechos acaecidos y no por una acción de caza, como comenta la mayoría de la prensa.
Por otra parte, parece ser según las noticias, que el Sr. Blesa estaba en posesión de las licencias de caza D y E, escopetas para caza menor y rifles para caza mayor, y que era propietario de quince armas de fuego. Algo extraño por lo que explico a continuación.
Este verano he sido testigo de un acontecimiento ocurrido a un amigo de caza. Parece ser que este amigo discutió con la mujer, no sé exactamente las razones, pero a ella se le ocurrió denunciarlo a la autoridad correspondiente, juzgado, por malos tratos. En cuestión de horas mi amigo recibió un requerimiento urgente de la Guardia Civil que le obligó a entregar todas las armas y todos los permisos y licencias de caza. Una vez realizado este proceso, retirada de armas y documentación, la mujer reconsideró el caso, comprendería que había ido demasiado lejos, presumo yo, y enseguida se personó en el juzgado correspondiente para proceder a retirar la denuncia, la cual quedó, como es de suponer, retirada. Mi amigo se la prometió muy feliz, creyendo que le restituirían todas sus armas y permisos, pero cuando fue a la Guardia Civil, allí le respondieron que no podían acceder a sus peticiones hasta no recibir la correspondiente autorización del juzgado sobre la denuncia en cuestión. Han transcurrido más de seis meses desde la retirada de la denuncia, presumo que ha hecho las paces con su mujer y hasta ahora no ha recibido noticia alguna y la respuesta de la Guardia Civil sigue siendo la misma.
No sé si la diferencia estriba en que las causas penales fueron distintas y en un caso se presume violencia del acusado y en otro no. La realidad es que en el caso de mi amigo sólo existió la denuncia, por lo que no estaba sentenciado de nada y se le debía suponer la presunción de inocencia y en el caso del Sr. Blesa estaba condenado por un tribunal, seis años de prisión, aunque la sentencia estaba recurrida a un tribunal de índole superior.
Yo me pregunto: ¿Por qué se considera peligroso a alguien que discute con su mujer y no a quien se haya condenado a prisión de seis años? ¿Quién asegura que uno podía cometer una atrocidad con su mujer y el otro no con cualquier otra persona? ¿Cómo se deja en libertad a una persona con nada más y nada menos que 15 armas de fuego en su casa después de haber sido condenado a seis años de prisión? ¿No se les quita a los presos el cinturón y cualquier dispositivo susceptible de causar daño físico propio o ajeno?
Cada cinco años, hasta hora, debo solicitar, en mi caso renovar, las licencia de caza tipo “D” y “E”, y entre los documentos exigidos, entre otros, figura un certificado de Antecedentes Penales. ¿Por qué a la vista de esta exigencia, la cual me parece adecuada, no se le retiraron al Sr. Blesa los permisos y armas correspondientes después de estar sentenciado?
Debo admitir que no soy jurista, ni siquiera aficionado, pero hay algo que se llama “sentido común”, el cual me dice que la justicia en este país es por lo menos desproporcionada. Que el Señor nos coja confesados.

lunes, 3 de julio de 2017

¿SON EVITABLES LOS INCENDIOS?

¿SON EVITABLES LOS INCENDIOS?

Todos los años por esta época, último tercio de la primavera y los primeros meses de verano, llegan irremisiblemente los odiados y temidos incendios.
Este año nos hemos estrenado con los incendios de la nación vecina, Portugal, y enseguida y antes de que estos se hubieran extinguido nos ha tocado a nosotros en la provincia de Huelva. Y no será el último. Ya lo dice el refrán “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, echa las tuyas a remojar”.  Como siempre el refrán no ha servido para nada y encima como en otras ocasiones, hemos asistido en las inmediaciones del incendio del t.m. de Mazagón (Huelva), lugar de inicio y más castigado por el fuego, a autoridades tanto del Gobierno Central, ministros de Agricultura, Interior y Trabajo, como a las correspondientes del Gobierno Autonómico, en este caso su Presidenta acompañada por el Consejero de Medio Ambiente y adláteres. Todo para condenar los posibles actos pirómanos y verificar con su presencia, todo cara al electorado, que se está contando con todos los medios humanos y materiales para remediarlo. Una situación de claro fracaso, como la acaecida, es aprovechada los políticos y la convierten por arte de birlibirloque en una situación de éxito o victoria. ¡Todos unos artistas!
Todo esto está muy bien, tenemos medios humanos y materiales en la Junta de Andalucía, no sé si suficientes y adecuados pero cuando llega el momento, y se produce el temido incendio, se despliegan en cantidad para que por lo menos en los medios de comunicación se vean a los bomberos con sus uniformes amarillos y protegidos por cascos así como la maquinaria aérea, aviones y helicópteros, y terrestre, buldócer, camiones con cubas y motobombas, etc. Otra cosa es que sean efectivos al cien por cien. No es nada fácil controlar un incendio, mucho menos apagarlo.
Tengo ya una edad, setenta años, y conocimientos de campo suficientes para constatar que cuando se produce un incendio, en las condiciones que se encuentran nuestros montes en la actualidad y salvo que se acuda a sofocarlo con prontitud, las acciones a llevar a cabo para sofocarlo son poco exitosas. Hay que acudir a las zonas preparadas al efecto durante el invierno, los denominados contrafuegos, para desde ellos intentar sofocarlos o por lo menos prevenir para que el incendio no se propague a la otra parte. Lo que se conoce cómo perimetrarlo. Pero dichos cortafuegos brillan por su ausencia.
La mayoría de nuestros montes cumplen todas las condiciones necesarias para que cuando se produzca un incendio, sea natural o provocado, por poco que las condiciones climáticas acompañen, sea calor y viento, este se propague de la forma más rápida y virulenta posible.
Estas condiciones negativas, aparte del clima, intrínsecas en nuestros montes, son dos: la cobertura vegetal a nivel del suelo formado por plantas herbáceas y arbustivas y la correspondiente arbórea. La primera, seca después de pasado el periodo primaveral, es un combustible perfecto para que el incendio se propague a la masa arbórea. Se suelen achacar los riesgos de incendios a una primavera escasa de agua, como la habida este año. Esta sequia influye sobre todo en el estado de la arboleda, la cual debido a la falta de humedad en el subsuelo se torna seca y proclive a quemarse, incluso, sin que la rocen las llamas, solo dándole el humo caliente. Por el contrario, si la primavera ha sido lluviosa la masa vegetal a nivel del suelo se produce en mucha más cantidad, con lo que el combustible, en caso de incendio, se incrementa y la masa arbórea, aunque esté menos reseca, también se quema. En cualquier caso, tanto si los árboles están resecos por falta de lluvias, como si la cobertura vegetal del suelo es grande por abundancia de las mismas, los riesgos son parecidos. Está claro por tanto, que para luchar contra los incendios hay que disminuir esa cobertura vegetal, limpiando el monte con aprovechamiento ganadero, manualmente o con maquinaria y sustituyendo la masa arbórea por otra más resistente al fuego.
Vemos pues que la forma de luchar contra un incendio debe ir en dos direcciones: una dirigida a la prevención y la otra a disponer de medios que posibiliten que cuando este se produzca sea extinguido de la forma mejor y más rápida. Claro que una tercera dirección debería ser la de castigar a los posibles culpables de los incendios, pero ese análisis lo dejo para los juristas.
Pues bien, todo el esfuerzo hecho por la Administración Pública se dirige casi exclusivamente en la segunda dirección: la extinción de un fuego ya producido.  Y eso que junto con Portugal tenemos una gran superficie de nuestros montes cubiertos por una masa arbórea que es altamente propensa a incendiarse: pinos y eucaliptus. El mayor, por no decir único, presupuesto se destina en los planes contra incendio de cara a la época de verano. Para colmo, el presupuesto de 2.016 de la Junta de Andalucía para desbroce y limpieza de montes en el invierno no se ha cumplido. Parece ser, no quiero ser mal pensado, que los políticos lo que quieren es “actuar”, en realidad son actores y no gestores, en los medios de comunicación, radio, TV y prensa, luchando por solucionar las catástrofes, sean de la índole que sea, entre ellas los incendios,  una vez producidas. Claro, las labores de prevención, por ser silenciosas, son totalmente inútiles cara al electorado, el cual se deja seducir por las actuaciones rimbombantes y mentirosas del político de turno. Algunas veces pienso si a ciertos dirigentes les queda tiempo para gestionar las misiones que tienen encomendadas después de las numerosas y tediosas apariciones en los medios de comunicación. Algunos sólo sirven para eso, son estupendos actores pero gestores pésimos. Deberíamos fijarnos más a la hora de votar en las gestiones realizadas y no en las actuaciones y promesas imposibles de cumplir.
Las administraciones deberían poner más énfasis en la prevención que en la extinción. Esta pasaría por realizar una política forestal a nivel nacional y a medio y largo plazo, con el consenso de la mayoría de los partidos políticos y el compromiso de su cumplimiento por el gobierno de turno. Un árbol no se siembra y crece en el tiempo que dura un partido en el gobierno; hay que darle tiempo a crecer. No se siembra una bellota para que uno disfrute de una encina, alcornoque o lo que sea, se siembra para que lo hagan nuestros hijos, nietos y demás descendencia.
Hemos vistos en los dos fuegos producidos en estos días, en Portugal y Huelva, a pesar de ser zonas orográficas totalmente distintas, una montañosa y otra totalmente llana, dos cosa totalmente similares: en Portugal carreteras interurbanas, pueblos enteros y viviendas rurales totalmente copadas por la vegetación, que a la postre han servido de ratoneras que han causado el mayor de los desastres, la pérdida de vidas humanas, más de 72 personas, casi nada. Igualmente en Huelva el fuego ha llegado a las inmediaciones de hoteles y campings, uno de ellos totalmente quemado, y no hay que lamentar pérdidas de vidas debido a lo plano del terreno y a la proximidad de la población hacia el mar.
Al más tonto de los mortales, después de estos dos incendios, lo primero que se le ocurriría sería aislar carreteras y zonas de residencia de la vegetación susceptible de quemarse, eliminando esta a una distancia prudencial. De la misma manera, a nadie se le ocurriría construirse un chalet adosado a una gasolinera o depósito de gas y sin embargo existen viviendas totalmente embutidas dentro de la vegetación, entre pinos y eucaliptus.  Hay que tener en cuenta que los pinos son árboles muy combustibles debido al contenido en resina de la madera y que las piñas al quemarse, debido a su constitución, explosionan y salen disparadas a más de cincuenta metros, siendo causa de la propagación de incendios a pesar de existencia de contrafuegos de anchura no suficiente. He visto personalmente como las piñas quemadas volaban atravesando una carretera y propagando el fuego.
Ahora se le presenta una ocasión que ni pintada a la Junta de Andalucía para luchar contra los incendios: la reconversión total de la zona quemada. No decir sólo que no se recalificará urbanísticamente ningún m2 del terreno quemado, algo hueco e innecesario ya que está prohibido por Ley, sino señalar y llevar a cabo las actuaciones a llevar a cabo culturalmente en dichos terrenos: una repoblación forestal adecuada a base de las plantas más resistentes al fuego, fundamentalmente encinas y alcornoques, y una infraestructura del terreno que permita hacer acotaciones y perimetrado del mismo una vez declarado el incendio. Y por supuesto el desbroce y limpieza del terreno en el invierno.
Yo recuerdo de mis tiempos jóvenes la existencia de incendios al acabarse la primavera y comienzos del verano, quizás bastante más numerosos que ahora. No había planes contra incendios, no había bomberos, no había aviones ni helicópteros, los vehículos de transporte eran mínimos, pero siempre eran atajados con prontitud de forma que la superficie quemada era mínima, nunca solía pasar de una cifra de dos o tres dígitos. Había algo que no existe ahora en la actualidad: gentes en el campo, hechas a las faenas duras, conocedores del entorno, que avisaban de los incendios y que se ponían, de forma totalmente desinteresada y voluntaria, a la labor de su extinción de forma inmediata.  Sólo usaban herramientas manuales y ramas de montes para apagar las llamas a porrazo limpio. En caso necesario se acudía al pueblo, las campanas de la iglesia tocaban a rebato y las gentes en masa acudían a sofocarlo. Además, muy importante, el campo estaba mucho más limpio de ese combustible que recubre el suelo tanto por los aprovechamientos ganaderos como por sus aprovechamientos para calentarse en el invierno, al tener que usar la leña como combustible industrial y doméstico.
Por el contrario, ogaño hay bastantes menos fuegos que antaño y sin embargo las extensiones de tierra quemadas son inmensamente mayores. No hay gente en el campo, los desempleados de los pueblos, cada vez más, no están dispuestos a acudir por no querer o no poder, los campos y montes cada vez están más sucios, no hay acceso a ellos con facilidad y aunque los medios sean mayores, los resultados son que una vez declarado un incendio tarda en accederse, este se propaga con más facilidad que antes debido a la chasca y mierda del monte, llegó la democracia mal llevada y el famoso dicho “cuando el monte se quema algo suyo se quema Sr. Conde”,  aparecieron legiones de “ecologistas” y entre unas cosas y otras la superficie quemada se ha subido a cifras de cuatro y hasta cinco dígitos. No olvidemos en el año 2.004 el fuego en las provincias de Sevilla y Huelva, con resultado de dos muertes y afectando en la comarca minera de Rio Tinto a más de 40.000,00 ha. En el 2.012 se quemaron 10.000,00 ha. en Málaga, en 2.016, 2.000,00 ha. en Castillo de las Guardas (Sevilla), por citar algunos. En este de Moguer (Huelva) se habla de entre 10.000,00 y 20.000,00 ha.



¿Qué ha hecho o que hará la Administración Pública en esos terrenos quemados? ¡NADA! ¿Se ha castigado a los causantes del fuego con resultado de muertes? ¡NO! ¿Se ha hecho un programa de reforestación forestal en los terrenos quemados? ¡NO! En la mayoría de los casos se espera a la regeneración natural del monte mediterráneo, el cual lo aguanta todo. ¿Se ha revisado la infraestructura del terreno para aprovechar carreteras y caminos con contrafuegos? ¡NO! ¿Se hacen contrafuegos dentro del monte? ¡NO! ¿Se mantienen durante el invierno a las brigadas anti-fuegos operativas? ¡NO! ¿Se usa la maquinaria terrestre anti-incendios en el invierno? ¡NO! ¿Se limpian los montes en el invierno? ¡NO! ¿Se limpian los laterales de caminos y carreteras? ¡NO! ¿Se fomenta el aprovechamiento ganadero para frenar el crecimiento de la cobertura vegetal del suelo? ¡NO! ¿Están los bomberos suficientemente formados y entrenados? ¡NO! Por el contrario ¿se obliga a los propietarios de fincas privadas a hacer los cortafuegos correspondientes junto a carreteras y caminos? ¡SI! ¿Se contrata personal para el verano? ¡SI! ¿Se adquiere maquinaria terrestre y aérea para usar en el verano? ¡SI! Y por supuesto, ¿se dejan ver los políticos para condenar a los pirómanos y “decir” las medidas a tomar en pleno incendio en los medios de comunicación? ¡SI! Por último ¿nos dejamos los votantes engañar por lo que dicen esos políticos respecto a incendios y más cosas en los medios de comunicación? ¡SI!  Todas estas respuestas afirmativas van encaminadas para cuando llega la catástrofe, el incendio, hacerse la foto en presencia de multitudes.  La solución a las respuestas anteriores, las negativas, no son electoralmente rentables. ¿Hasta cuándo durará esta situación? Creo que va para largo.



sábado, 20 de agosto de 2016

LA CAZA MENOR SE ACABA: CONCLUSIONES A LA TEMPORADA 2015-2016: XI y último. Conclusiones



Decía más arriba que había que tomar alguna determinación. Pues bien, ante la evidente escasez de la caza menor en el coto social de Monesterio, la Junta Directiva ha tomado una decisión. He recibido en el mes de marzo una circular en la cual nos notifican que han llegado al siguiente acuerdo: “no cazar en la próxima temporada 2016/17 las siguientes especies cinegéticas; PERDIZ, CONEJO Y LIEBRE, debido a su escasa abundancia (s.i.c.), todas las demás especies se podrán cazar como en años anteriores, ya sea recechos, zorros, aves migratorias, etc. Se dejará un lote de terreno para poder cazar, así como una suelta de perdices para cada grupo de caza. Todo esto será expuesto en la asamblea que tendrá lugar el día 24 de Junio del 2016 a las 20:30 en la Casa de la Cultura de Monesterio, por su transcendencia se ruega la asistencia del mayor número posible de socios.”
Sólo una pega le pongo a la decisión: creo que es lo suficientemente importante como para haberla tomado con el consentimiento de todos los socios y haberla llevado a una Asamblea general, en este caso a la que ellos proponen al final, el 24 de junio.
Bueno, pues ahí tenemos el panorama para la temporada que viene: limitación de la caza menor  a un lote de terreno a decidir, imposición tomada por los mismos cazadores. No se dice nada sobre la caza de las migratorias, media veda y zorzales, ya que estas se limitan por dos circunstancias: primero por si solas, dada su escasez cada vez más notable y segundo ningún cazador limita su caza, ya que popularmente se considera que las aves migratorias no tienen por qué volver al mismo lugar año tras año y se cazan en los comederos hasta su casi total exterminio, con lo cual su escasez se acentúa en años posteriores.
 Respecto a la caza mayor, todo quedaba supeditado a una montería más testimonial que otra cosa y alguna que otra caza del zorro, como mucho. Eso sí, también nos programaran un día de caza “artificial” con una suelta de perdices de granja. Si alguien me hubiera dicho hace cincuenta años que la caza consistía en lo que nos depara en la actualidad, seguro que no me hubiera aficionado a ella.
Pero he aquí que en la Asamblea Anual de la Sociedad le da a la Junta Directiva por llevar en el orden del día la proposición de si se celebra la montería o no, con la conclusión por mayoría aplastante de no celebrarla. De la misma forma tampoco se aprueba el día prometido de “caza artificial”.
En definitiva, a la vista de lo acontecido esta temporada pasada, las cosas se presentan con bastantes nubarrones. La afición comienza a resentirse: el deterioro físico, al que se añade la escasez en la caza, propician que cada vez tenga uno menos ganas de salir al campo. De cualquier forma y a pesar de todo, todavía queda algo, la afición a la caza sigue siendo grande, muy grande diría yo. Pero entre la crisis, la escasez de caza y la merma de las condiciones físicas no sé qué pensar.
Comienza a producirse el relevo generacional: Pablito, el niño del Dalí, le está dando fuerte. A ver si es capaz de aguantar. Diversiones y buenas compañías no le faltan, así que si sigue cazando es que es de los legales. No era lo mismo en nuestra época, íbamos a cazar por no tener donde ir.
La caza menor, por lo menos en Monesterio, sin gestión cinegética alguna, tiene los días contados. Las perdices que existen son testimoniales y no creo se recuperen. La solución pasa por tener otro coto. La temporada pasada se presentó una oportunidad en Sevilla, pero al final Mero decidió que no y yo no voy solo; de cualquier manera algo habrá que buscar.
No es que cualquier tiempo pasado fuese mejor, aunque sí. Pero ya es mala suerte que siendo un cazador que hace a todo, “pelo y pluma” como se suele decir, tenga tan poco éxito. Nunca he sido cazador de perchas abundantes, salvo honrosas excepciones, pero en estos tiempos que corren parece ser que lo más normal es que se sucedan monterías tras monterías sin disparar, días de caza al salto en los que cobrar una pieza es un éxito y de las migratorias que decir: hacer una percha de 10 ó 12 zorzales es todo un éxito.
Unas medidas que podrían ser acertadas respecto a las migratorias serían:

Cazar sólo por la mañana, con lo cual es más que suficiente. Por otra parte el descanso para el cazador es evidente.
Limitar el horario de caza en la mañana a las 10 ½ como máximo.
Con las dos medidas anteriores se conseguirían bastantes cosas: dejaríamos que los pájaros no abatidos entraran a comer en los comederos, con los cual no se irían a otras zonas donde existan otros lugares de comida para el pájaro, descansaríamos del madrugón y del mal rato que se pasa después de una comida, que suele ser pantagruélica, nos evitaríamos el calor de la tarde, y lo que es mejor: si seguimos aportando comida, se puede asegurar otra tirada más, a la semana siguiente, en el mismo lugar. No olvidemos, también, que las tardes, aunque hay veces que son buenas, no siempre se comportan de la misma manera.
Es difícil que un pájaro que ha sido zurreado durante todo el día, al que no se le ha dejado de comer, vuelva a ese comedero: dos zurras en el mismo día sin dejar entrar el pájaro para comer causan un recelo en la caza más que suficiente para que derive hacia otros lugares, con toda probabilidad si cerca hay comederos en los que se observa el corte por la mañana y ausencia de tiroteo por la tarde. Peor todavía si repetimos al día siguiente.
En la creencia, cada vez más cierta, de que las migratorias vuelven al mismo lugar, una buena medida sería cortar la tirada de las migratorias antes de su cierre, digamos que un par de semanas en la media veda y un mes en zorzales y palomas, y seguir recebando el comedero unos días después de la última cacería. Si queremos recoger no hay más remedio que sembrar.