lunes, 3 de febrero de 2014

Acerrojamiento de un arma: situaciones distintas


Últimamente me han ocurrido dos cosas relacionadas una con la otra. El nexo de unión entre ellas se refiere a la seguridad en el funcionamiento de un arma de fuego respecto del acerrojamiento ó acerrojado del cartucho dentro de la recámara. Creo que esto que voy a contar puede servir de experiencia para otros cazadores. La primera me ocurrió a mí mismo y me costó fallar la pieza en una cacería. La segunda salió de la lectura de un libro, en el cual se describe una acción, con consecuencias muy distintas, a la que me gustaría hacer algo de crítica constructiva.
Una de las cosas a las que le he cogido el gusto después de jubilado es a la lectura; pero no a la lectura en general, ya que he perdido en parte afición por las revistas de caza, se repiten una y otra vez, sino de libros en los cuales se narran acontecimientos históricos o bien hechos históricos novelados.
Reinhard Heydrich
Ha llegado hasta mi poder, a través de mi hijo, un libro bastante curioso.  Su título es “HHhH”, Seix Barral, 2011. Su autor es Laurent Binet (París, 19 de julio de 1972), escritor francés que ganó el premio Goncourt, precisamente con esta novela en la que se relata, de un modo personal, el asesinato del líder nazi Reinhard Heydrich,   Obergruppenführer (Teniente General), jefe de la RSHA, Protector de Bohemia y Moravia y uno de los artífices de la Solución final, en 1942. No es una novela histórica al uso, sino más bien un ensayo en el que prepara al lector durante todo el relato con la descripción biográfica del protagonista, Reinhard Heydrich, la situación del régimen nazi en el momento y las peripecias de los autores del atentado, Jan Kubiš y Josef Gabčik, checoslovacos pertenecientes al comando checo SOE .
Una gran parte del libro se dedica a una explicación detallada de los acontecimientos históricos, basándose de forma escrupulosa en los tipos de documentos y lugares en donde ha accedido a los mismos. Recurre incluso algunas veces a otros libros o documentos que narran los mismos hechos, llegando incluso a plantearse distintas alternativas que le lleven a las conclusiones o posibles conclusiones históricas. En definitiva, prepara al lector para  el disfrute posterior de su imaginación de cómo se desarrolla el posible atentado. Y es ahí, precisamente donde se comete, a mi entender el fallo del libro, en la descripción misma del atentado.
Subfusil Sten británico de 9 mm
El atentado se llevo a cabo con un subfusil Sten británico de 9 mm, utilizado por las fuerzas de la Commonwealth durante la II Guerra Mundial y la Guerra de Corea. Esta arma es del estilo del subfusil español Star.
Lo describe de la forma siguiente: “Al llegar a la curva, el Mercedes Benz 320 redujo la velocidad y en ese momento Gabčík empuñó su Sten con la intención de lanzar una ráfaga, pero el arma se encasquilló y Gabčík se puso muy nervioso, mientras observaba al temido jefe de las SS. Apunta. Y dispara. Dispara y no pasa nada. No sé cómo evitar los efectos fáciles. No pasa nada. El gatillo se atasca o, al contrario, se hunde suavemente y percute en vacío. Meses de preparación para que al final la Sten, esa mierda inglesa, se encasquille. Heydrich ahí, a quemarropa, a su merced, y el arma de Gabcík no funciona. Aprieta el gatillo y la Sten, en lugar de escupir balas, se calla. Los dedos de Gabcík se crispan sobre el tallo de metal inútil………………” 
Más adelante vuelve a insistir: “la sten no dispara” y también “Gabcik apenas se ha movido. El clic trágico de la Sten le hadado una especie de bofetada mental”.
Hay ciertas contradicciones en estas descripciones. Al principio dice que “Dispara y no pasa nada”. No se entiende que quiere decir, pues si dispara es que se ha producido el disparo y consecuentemente sí que pasa algo. Después dice que “el gatillo se atasca o, al contrario, se hunde suavemente y percute en vacío”, cosas totalmente contradictorias. Sigue diciendo que “Meses de preparación para que al final la Sten, esa mierda inglesa, se encasquille”. Algo muy extraño, puesto que en el atentado la sten no disparó y para que se encasquille un arma ha debido disparar al menos un cartucho cuyo casquillo se atasca e impide la salida de los siguientes. Por último apunta que “el clic trágico de la Sten le hadado una especie de bofetada mental”. Si al apretar el gatillo se ha oído un clic, es señal de que el percutor del arma ha funcionado y ha incidido en el culote del cartucho, con lo que o bien el percutor era corto o tenía poca fuerza, o bien el cartucho estaba en malas condiciones y la culpa no fue del arma, sino de este último.
Ahora voy a describir lo que me acaeció a mí en una montería con el rifle: un Remington 750 semiautomático. Hacia un frio del carajo, por debajo de los 0ºC, suenan disparos en el puesto de mi izquierda y enseguida veo que se me acercan una collera de venados. Me llevo el rifle a la cara, encaro al venado macho,  aprieto el dedo índice y no se produce nada. El gatillo no cede ante la presión del dedo y consecuentemente no se produce el disparo. Cuando me quise enterar de que estaba pasando, los venados habían desaparecido. La sensación fue de encontrase el arma en el seguro, con el gatillo bloqueado. Enseguida suenan tres o cuatro disparos a la altura de las posturas siguientes. Me quedo un poco alelado mirando el rifle. Miro el botón del seguro y lo veo en la posición de disparo. ¿Qué coño ha pasado? Aprieto el botón del seguro, en el sentido del falso, con el dedo y veo que está totalmente apretado. En ese momento solo se me ocurrió una explicación: el frío me ha agarrotado el dedo y no he sido capaz de apretar el gatillo. No obstante, para asegurarme, saco el cargador y el cartucho de la recámara, vuelvo a acerrojar, ya sin cartucho, aprieto el gatillo y el disparador funciona perfectamente. ¡Joder!, me dije, ¡Ha sido el frío!, debo tener una cara de “gilipoyas” total. Comprendo perfectamente el estupor que se produciría en Josef Gabčik cuando no le funcionó la Sten.
A la izquierda, el venado fallado
La cuestión es que me fui de la montería totalmente desencantado. Al domingo siguiente, en otra montería, ya en el puesto, desenfundo el rifle, coloco dos cartuchos en el cargador, lo monto, tiro atrás del cerrojo y lo suelto acompañándolo con la mano  para que se introduzca un cartucho en la recámara. Hasta aquí el proceso de carga “normal”. No obstante, pensando en el domingo anterior, me pasa algo de desconfianza por la mente, tiro suavemente para atrás del cerrojo y veo que no extrae el cartucho. Extrañado, pongo la recámara hacia la luz y miro dentro. El cartucho está en la recámara, pero el rifle no se ha acerrojado totalmente. Vuelvo a soltar el cerrojo suavemente, lo llevo suavemente hasta tope y vuelvo a tirar; viene sin el cartucho. ¡Joder!, de pronto se me ilumina el coco. Ya sé lo que me pasó en la pasada montería. El rifle no estaba acerrojado y como consecuencia tampoco amartillado, por lo que al apretar el gatillo dio la sensación de estar en el seguro. Saco el cartucho de la recámara, llevo el cerrojo hacia atrás, a tope, y lo suelto de golpe, dando un porrazo. El cerrojo ha arrastrado a la recámara el cartucho que había en el cargador.  Vuelvo a tirar hacia atrás del cerrojo lentamente  y ahora sí que trae el cartucho cogido en las uñas extractoras de la cabeza de cierre del cerrojo. En fin,  que se fue la pieza por una torpeza mía, el rifle no estaba acerrojado.
Aunque armas muy distintas, la Sten y el Remington, las dos tienen un funcionamiento semiautomático similar: cuando realizan el primer disparo se incorpora un nuevo cartucho a la recámara sin necesidad de realizar ninguna acción más, tal como ocurre en las armas de repetición (caso de los rifles de cerrojo); además, la Sten puede funcionar en modalidad de automática ó lo que se suele decir, a ráfagas. Pero en todas las armas, tanto de repetición, como semiautomáticas y automáticas, el percutor no se libera hasta tanto no esté el cartucho bien acerrojado en la recámara. Y existen armas, como es el caso de estas dos que cito, que para que se produzca bien el acerrojado del cartucho en la recámara, es necesario liberar el cerrojo de golpe, dando un porrazo. Me inclino a pensar que lo que me ocurrió a mí y lo ocurrido a Josef Gabčik fue lo mismo: lisa y llanamente que el arma no estaba bien acerrojada y funcionó el seguro del cerrojo, que impide  que se libere el percutor, con lo cual el arma no dispara.
Dos situaciones distintas causadas por un mismo descuido. Pero claro, nada que ver una con la otra. Si a mí se me quedó cara de jilipoyas, no quiero ni imaginar la cara de Josef Gabčik: todo un poema.

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